
P. Obispo Gustavo Carrara – Arzobispo de La Plata
Hoy estamos ante un testigo de la misericordia de Dios, que nos conmueve profundamente, es Francisco. Unimos hoy la figura de Francisco y la misericordia, y no es difícil hacerlo porque él permanentemente nos mostró la centralidad de la misericordia de Dios para con una humanidad que tiene profunda sed de ella.
Él nos enseñó con su magisterio, hecho de palabras y gesto, que el nombre de Dios es misericordia. Él, cuando fue ordenado obispo auxiliar de Buenos Aires, eligió un lema que lo acompañó también como obispo de Roma, ‘Miserando Atque Eligendo’ (Lo miró con misericordia y lo eligió).
Se declara abiertamente como un pecador perdonado y dignificado por la misericordia de Dios. Así se presentó en una cárcel en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Allí afirmó con claridad que el mensaje del amor de Jesucristo que nos salva es inseparable de la inmensa dignidad de cada ser humano.
Él siempre nos invitó a entrar en la dinámica de la confianza en la misericordia de Dios, como cuando afirmaba en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium que Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia; y en la exhortación que le dedica a Santa Teresita, sostiene con claridad: ‘El pecado del mundo es inmenso, pero no es infinito; en cambio el amor misericordioso del redentor sí es infinito’.
Una de las definiciones más conmovedoras acerca de la Iglesia es cuando Francisco la define como ‘hospital de campaña’. En este domingo de la Misericordia, Jesús le muestra a Tomás sus llagas santas y gloriosas y nos las muestra a nosotros como signo de su amor hasta el extremo de dar la vida para que tengamos vida. Es como que nos dijera que solo podemos entrar al corazón de Dios si tocamos su costado abierto.
Hoy damos gracias por la vida de Francisco y lo confiamos a la Virgen, a la madre de la Misericordia.

P. Obispo Eduardo Martín – Arzobispo de Rosario
Recordaba cuando fue nombrado Papa. Yo estaba visitando una parroquia en un pueblo y ahí alrededor de las dos de la tarde sale anunciada la gran sorpresa de un Papa argentino y el sacerdote de la parroquia fue a tocar las campanas de gloria y una feligresa, era tiempo de cuaresma, el tiempo penitencial y me dice, Padre, Pentecostés en cuaresma, es decir, una irrupción del Espíritu, que un hombre venido del sur, del fin del mundo, un hombre de las periferias del mundo, no del centro del mundo, era puesto por los cardenales, ciertamente inspirados por el Espíritu Santo, en el centro del mundo, en Roma, para que desde allí, con esa experiencia de las iglesias de América Latina y de la iglesia argentina, un argentino estuviera allí siendo el Vicario de Cristo, el pastor universal.
Quisiera ahondar un poquito en esa figura de pastor, en esa figura de un hombre sencillo que tenía como virtud esa cercanía con la gente y que nos invitaba a todos nosotros a ser pastores con olor a oveja, es decir, pastores que estuvieran metidos con la gente. Nos invitó a la iglesia a ser una iglesia en salida, en salida misionera, no a quedarnos adentro de las sacristías o de los templos, sino a salir e ir a las periferias. Y a él le gustaba decir dos clases de periferias. Las periferias geográficas, es decir, llevar el Evangelio hasta los confines, hasta los confines del barrio, hasta los confines de la ciudad, hasta los confines del país, hasta los confines del mundo. Y las periferias existenciales, es decir, aquellas personas que están cerca nuestro pero que están lejos del Señor o que todavía no lo conocen y nos invitaba a nosotros a ser testigos del Evangelio.

P. Obispo Dante Braida . Obispo de La Rioja
El Papa que acaba de fallecer nació en esta tierra argentina, como nosotros, y aquí fue bautizado y aquí recibió el llamado a consagrar su vida a Dios. Aquí transitó la mayor parte de su vida como consagrado sacerdote en la Compañía de Jesús. Aquí recibió el llamado a ser obispo axuiliar de Buenos Aires y luego arzobispo cardenal de esa ciudad y le tocó animar la vida de la Iglesia en Argentina durante varios años hasta que el Señor lo llamó a ser pastor de toda la Iglesia. Al ir a Roma no dejó atrás sus raíces, sino que las mantuvo siempre vivas. Era consciente de que parte de la riqueza de su aporte a la Iglesia lo había recibido en su tierra natal y en Latinoamérica. Por eso damos gracias a la Providencia divina por haber elegido un hombre de nuestra tierra para ser Pastor sucesor de Pedro.
Creo que la Sinodalidad en la Iglesia es la huella más profunda que nos deja. Que la Iglesia, volviendo a sus orígenes e iluminada por el Concilio Vaticano II, pueda ser más participativa, donde todos sus miembros, todos los bautizados seamos corresponsables de su misión.
A los laicos de modo particular los invita a vivir la dimensión social de la fe para ser transformadores de la realidad mejorando el tejido social y contribuyendo a la justicia y la paz desde los distintos roles que cada uno tiene.

P. Obispo Carlos José Tissera y P. Obispo Eduardo Gonzalo Redondo – Obispo y Obispo Auxiliar de Quilmes
El lunes 21 de abril, octava de Pascua, sorprendió al mundo y a cada uno de nosotros la partida de nuestro querido Hermano Mayor, el Papa Francisco. Nuestra humanidad llora y esta realidad se nos vuelve consciente muy lentamente porque «(…) cuantas veces nos engaña la ilusión de ser eternos” [1]. Sin embargo, su vida, centrada en la buena noticia de Jesús, comprometida al servicio de “todos, todos, todos”, partiendo desde los pobres y vulnerables, nos impulsa a no perder la esperanza ni declinar la alegría del evangelio siendo conscientes de que el sentido de la vida está en donarla sin guardarnos nada. Hasta el último momento de su vida, Francisco, en la fragilidad de su estado de salud, entregó su vida con sus palabras y su presencia concreta el último domingo de pascua recorriendo la plaza de San Pedro.
Francisco, enfermo, frágil y vulnerable nos regaló el anuncio de la resurrección: ¡Cristo vive y te quiere vivo! nos regaló la gracia de vivir la fe con el corazón el cielo y los pies en la tierra.
Con la certeza de que en su corazón la luz de la resurrección es el cumplimiento de la promesa hacemos nuestras sus palabras:
«El Señor nos dice que estemos preparados para el encuentro, la muerte es un encuentro: es Él quien viene a encontrarnos, es Él quien viene a tomarnos de la mano y llevarnos con él. ¡No quisiera que esto sea un aviso de funeral! Es simplemente el Evangelio, es simplemente la vida, simplemente decirse el uno al otro: todos somos vulnerables y todos tenemos una puerta a la que el Señor llamará algún día».