
En este primer día de la Novena, queremos contarles cómo comenzó todo:
Allá por el año 1630 un portugués, que vivía en la zona de Sumampa, en la actual provincia de Santiago del Estero, se propuso en su hacienda hacer una capilla dedicada a la Virgen Santísima. Entonces escribió a un paisano suyo que le mandase del Brasil una imagen de Nuestra Señora en el misterio de su Inmaculada Concepción, para colocarla en
dicha capilla.
Desde Brasil le enviaron dos imágenes de la Virgen, una de la Inmaculada Concepción y otra de la Virgen con el Niño Jesús en brazos, para que eligiera la que mejor le pareciese.
Vinieron ambos bien acondicionados cada uno en su cajón aparte; porque como eran de barro cocido querían evitar que tuviesen alguna quebradura. Quien recibió la carga en el puerto de Buenos Aires acomodó los cajones en un mismo carretón y lo condujo hasta la estancia de Rosendo Oramas, situado a 5 leguas de lo que es ahora la Villa de Luján, y aquí paró y pasó la noche, sin saber lo que pronto iba a sUceder.
Virgencita, que al despuntar las primeras luces de aquella mañana quisiste quedarte con nosotros para siempre, te pedimos que nos ayudes y acompañes en nuestras oscuridades llevándonos hacia tu Hijo, Jesús, la Luz del mundo.
Señor Dios, que para mostrarnos tu gran amor
quisiste que Nuestra Señora de Luján
se quedará con nosotros para siempre
como Madre de este pueblo argentino,
te pedimos que junto a ella,
podamos vivir cada vez más unidos como hermanos,
amparados bajo su manto
y encontrando en sus manos alivio y fortaleza.