Obispo Jorge Eduardo Lozano
Arzobispo de San Juan de Cuyo
Diario La Nación – 27/8/2025
Cada vez que un líder espiritual alza la voz en defensa de la creación, surgen etiquetas que intentan simplificar —y a menudo desacreditar— su mensaje. Así, la expresión “papa verde” busca encasillar, reducir la hondura profética y evangélica de una preocupación legítima por la vida y el futuro del planeta. Sin embargo, detrás de esas palabras persiste una invitación profunda: volver a mirar la creación como don, como misión y como responsabilidad. Tal vez el interrogante sería mejor formularlo de otro modo: ¿papa verde o discípulo del Evangelio?
Del 1° de septiembre al 4 de octubre, comunidades cristianas —no solo católicas— de todo el mundo celebran el Mes de la Creación, un espacio privilegiado para rezar, reflexionar y actuar en favor del cuidado de nuestra casa común. Este tiempo especial culmina en la fiesta de San Francisco de Asís, patrono de la ecología, cuya vida y mensaje atraviesan la conciencia ambiental de la Iglesia y el mundo. En este contexto, el mensaje de León XIV para el Mes de la Creación, titulado “Semillas de paz y esperanza”, resuena con fuerza y frescura. En él, el Papa nos recuerda elocuente y poéticamente la vocación de la semilla: entregarse por completo a la tierra, despojarse, desaparecer, para florecer en abundancia nueva. La semilla, dice, es imagen de la gratuidad y la generosidad, de ese dar sin reservas que transforma y fecunda la existencia.
Nosotros también somos llamados a ser semillas en Cristo, siguiendo la imagen del Evangelio de San Juan (12, 24), donde el propio Jesús se compara con el grano de trigo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”. León XIV enfatiza que, “junto con la oración, son necesarias la voluntad y las acciones concretas que hacen perceptible esta ‘caricia de Dios’ sobre el mundo” (Cfr. Laudato si’, 84)”. No bastan los buenos deseos o declaraciones, sino que hace falta una conversión integral del corazón y de los hábitos, especialmente respecto del consumo y del uso responsable de los recursos. “Con este nivel de consumo no es posible alejarse del abismo al cual podemos caer”, nos advierten los científicos, señalando directamente la raíz de muchas crisis actuales.
El sufrimiento humano y el deterioro ambiental comparten causas y exigen respuestas interconectadas. Sembrar paz y esperanza implica también trabajar por la justicia y la reconciliación, abriendo caminos nuevos de diálogo y fraternidad. “En todas partes, la injusticia, la violación del derecho internacional y de los derechos de los pueblos, las desigualdades y la codicia que de ellas se derivan producen deforestación, contaminación y pérdida de biodiversidad” (León XIV, Mensaje).
El Mes de la Creación es una invitación a no dejarnos atrapar por etiquetas y reduccionismos. Ser “verde” no es solo una cuestión política o ideológica, sino una dimensión fundamental de la fe que reconoce a Dios en la belleza y fragilidad de la vida. León XIV, lejos de cualquier caricatura, llama a sembrar con coraje y ternura, convencidos de que cada pequeño gesto —como una semilla— puede transformar la tierra y abrir horizontes de paz y esperanza para las generaciones futuras. Por eso, “el cuidado de la creación se convierte en una cuestión de fe y de humanidad” (León XIV, Mensaje). Es necesario vencer el egoísmo y superar el “sálvese quien pueda”, que nos lleva al “todos contra todos”. Tenemos la obligación de ocuparnos de estas cuestiones que hacen al presente y futuro de la casa que es de todos, para ser habitada por todos, para beneficio de todos.
Arzobispo de San Juan de Cuyo, presidente de la Comisión Episcopal de Comunicación de la Conferencia Episcopal Argentina, asesor nacional de la Acción Católica Argentina y miembro del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano



