“Oremos para que todos los padres que lloran la muerte de un hijo o de una hija encuentren apoyo en la comunidad y obtengan del Espíritu consolador la paz del corazón”.
«¿Qué se puede decir a unos padres que han perdido a un hijo? ¿Cómo consolarlos? No hay palabras.
Fíjense que un cónyuge que pierde al otro es un viudo o una viuda. Un hijo que pierde a un padre, es un huérfano o una huérfana. Hay una palabra que lo dice. Pero un padre que pierde a un hijo… no hay una palabra. Es tan grande el dolor que no hay una palabra.
Y vivir más tiempo que tu hijo no es natural. El dolor que causa su pérdida especialmente es intenso. Las palabras de ánimo, a veces son banales o sentimentales, no sirven. Dichas con la mejor intención, por supuesto, pueden acabar agrandando la herida.
Para ofrecer consuelo a estos padres que han perdido a un hijo hay que escucharlos, estar cerca de ellos con amor, cuidando ese dolor que tienen con responsabilidad, imitando la forma en que Jesucristo consolaba a los que estaban afligidos.
Y estos padres, sostenidos por la fe ciertamente, pueden encontrar un consuelo en otras familias que, tras sufrir una tragedia tan terrible como esta, han renacido en la esperanza.
Oremos para que todos los padres que lloran la muerte de un hijo o de una hija encuentren apoyo en la comunidad y obtengan del Espíritu consolador la paz del corazón.»