Ante la polémica generada por la parodia del pesebre representada en el programa de streaming Olga, una reflexión alternativa de Nahuel Rivera de Llamas (el creador de los dibujos de la Virgen de Luján como el que acompaña esta nota)
Querido Toto: gracias por tu representación. Tal vez no coincidamos en el abordaje, pero lo cierto es que el pesebre va cayendo en el olvido, deglutido por tanto plástico de los arbolitos, el amigo invisible y la «Navidad Coca Cola» con su cultura del híper consumo. Tu sketch sirvió para reavivar, al menos desde la polémica, una figura en el olvido.
No voy a desgarrarme las vestiduras. Sería una hipocresía, porque no puedo dar cátedra de nada. Pobres de nosotros.
Quiero contarte que el pesebre (así como la Navidad) tiene que ver con los excluidos, los que están caídos del mundo, los descartados. José y María, desplazados de su hogar (pienso en los migrantes del Darién), terminan allí porque les cerraron la puerta de la posada: nadie quería tener el problema de una mujer en labor de parto. Así, la pareja jovencita quedó sola, en medio de una situación apremiante, y sólo encontró cobijo en un pequeño y sucio pesebre, el lugar donde se guardan los animales por la noche (como un gallinero o como quienes duermen bajo la autopista).
En un ejercicio espiritual, se nos invita a imaginar la escena, colocándonos en ella, preguntándonos qué hubiésemos hecho frente a una jovencita de 14 años, que se queja de los dolores de parto. Junto a ella, su esposo jovencito, no mucho más grande, sin saber qué hacer ni tener a quién consultar. Un par de niños. Es un lugar apretado, oscuro, donde si te ponés de pie, te das una viga contra la cabeza (la altura del techo es suficiente para las ovejas, pero no para los humanos). Buscaríamos una toalla, y sólo encontraríamos harapos sucios. Buscaríamos agua limpia, pero el agua falta. Hace frío. ¿Qué hubieses hecho, Toto, si estuvieses allí presente? Seguramente estarías como yo, desesperado.
Quizá no estaban solos allí. Quizá, además de los animales, había también otras personas, que quedaron igualmente descartadas en la calle. Sin embargo, la pareja jovencita, precisamente porque estaba despojada de toda comodidad y ayuda, pudo reconocer en su pobreza las cosas que importan: se tenían el uno al otro, y tenían la confianza en Dios.
¿Pensaste, hoy día, cuáles son los «pesebres» de este mundo? ¿Quiénes son los que quedan «fuera de la posada»? ¿Quiénes son los descartados, que no tienen otro lugar donde caer, porque se les cierran todas las puertas? Te dejo ahí (¡Atrevido yo!) una pequeña y humilde idea para tu próximo sketch.
Gracias Toto, en serio, porque nos pinchaste un poco y nos hiciste revalorizar el pesebre.