La Iglesia universal celebra hoy la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que el Señor mismo nos donó en la Eucaristía. El origen de la fiesta está en un milagro eucarístico sucedido en la ciudad italiana de Bolsena, en el verano de 1264.
Las modernas investigaciones históricas confirman los más antiguos testimonios acerca de este milagro. Un sacerdote de Bohemia, Pedro de Praga, se dirigió a Italia con el fin de obtener una audiencia con el Papa Urbano IV. Luego de haber sido recibido por el Papa, emprendió el regreso. Pero en el camino se detuvo en Bolsena, donde celebró la Misa en la iglesia de Santa Cristina.
En el momento de la consagración, mientras Pedro de Praga pronunciaba las palabras que permiten la transubstanciación, sucedió el milagro, del que nos ha llegado esta descripción:
“De pronto, aquella Hostia apareció visiblemente como verdadera carne de la cual se derramaba roja sangre, excepto aquella fracción que tenía entre sus dedos, lo cual no se crea sucediese sin misterio alguno, puesto que era para que fuese claro a todos que aquella era verdaderamente la Hostia que estaba en las manos del mismo sacerdote celebrante cuando fue elevada sobre el cáliz”.
La sangre que brotaba de la Hostia manchó el corporal –el lienzo que se extiende en el altar para poner sobre él la patena y el cáliz-. Al sacerdote le faltaron las fuerzas para continuar la Misa. Envolvió la Hostia en el corporal y la llevó a la sacristía. Durante el recorrido, algunas gotas de sangre cayeron sobre el pavimento y los escalones del altar, y se conservan hasta hoy día.
Gracias a este milagro, el Señor fortificó la fe de Pedro de Praga, sacerdote de grandísima piedad y moral, pero que lamentablemente dudaba de la real presencia de Cristo velado en las Especies, es decir, en las apariencias sensibles del pan y del vino.
La noticia del Milagro se difundió inmediatamente, y tanto el Papa como santo Tomás de Aquino pudieron verificar el milagro. Luego de un atento examen, Urbano IV no sólo aprobó su autenticidad, sino también decidió que el Santísimo Cuerpo del Señor fuese adorado a través de una fiesta particular y exclusiva.
Es así que decidió extender la fiesta del Corpus Domini, hasta ese momento únicamente fiesta de la diócesis de Liegi, a toda la Iglesia Universal, mediante la Bula “Transiturus de hoc mundo ad Patrem”. En ella, se expone la razón de la importancia de la Eucaristía: la presencia real de Cristo en la Hostia. El Papa encargó a santo Tomás la creación de la liturgia que acompañaría la Bula.