Francisco y Bartolomé: “Que Dios nos ayude a salvar su Creación”

El Papa y el Patriarca ecuménico de Constantinopla firman juntos el mensaje en ocasión de la Jornada de Oración por la Salvaguardia de la Creación. Recuerdan que los primeros que pagan la devastación del medio ambiente son «los pueblos más vulnerables» y los que viven en la pobreza «en cada rincón del planeta». Llamado a los potentes: «No puede haber una solución a la crisis ecológica si la respuesta no es concertada y colectiva»

GIANNI VALENTE – CIUDAD DEL VATICANO – Publicado el 31/08/2017

La tierra nos fue encomendada por el Creador como un don maravilloso. Pero el «escenario decadente» que marca la historia del mundo se ha manifestado también en nuestro «insaciable deseo de manipular y controlar los recursos limitados del planeta», cediendo a la avidez por las «ganancias sin límites» prometidos por el mercado. Así nos hemos alejado del «propósito original de la Creación», y los primeros que pagan la factura de esta traición del plan de Dios son «los que viven en pobreza en cada rincón del planeta». Por ello es necesario rezar a Dios para agradecerle por el don de la Creación, pero también para pedirle que sostenga el compromiso por el cuidado y la protección de la Creación. Y también es necesario que los que tienen responsabilidades políticas, económicas y sociales escuchen «el grito de la tierra» y la súplica de los millones que imploran «la curación de nuestra Creación herida».

 

No es un simple manifiesto «verde», sino un verdadero grito de oración el mensaje que el Papa Francisco y el Patriarca de Constantinopla Bartolomé suscribieron juntos para pedir a «todos los hombres de buena voluntad» que dediquen tiempo a rezar por el medio ambiente el viernes primero de septiembre, Jornada Mundial de Oración por la Salvaguardia de la Creación. El texto, que lleva la fecha del primero de septiembre, fue anticipado hoy en una traducción italiana de la que se ocupó la agencia AsiaNews. El Sucesor de Pedro y el Sucesor de Andrés invitan a reconocer que las historias del mundo se entrelazan con el misterio de la Creación y con el misterio de la naturaleza humana, herida por el pecado original. Y, al mismo tiempo, y propio por este motivo, sugieren también una mirada crítica y original sobre el modelo de desarrollo triunfante y sobre las responsabilidades de quienes tienen el poder.

Un don traicionado

Las Sagradas Escrituras, subrayan el Papa Francisco y el Patriarca Bartolomé en las primeras páginas del mensaje, revelan que desde el principio Dios quiso que la humanidad cooperara con la preservación y con la protección de la Creación. «Al comienzo, como se lee en el Génesis, “aún no había ningún arbusto del campo sobre la tierra ni había brotado ninguna hierba, porque el Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra. Tampoco había ningún hombre para cultivar el suelo” (Génesis, 2, 5). La tierra nos fue encomendada como un don sublime y una herencia, para la cual el género humano fue llamado a compartir hasta que, “al final”, todas las cosas del cielo y de la tierra sean restauradas en Cristo».

Pero, a pesar de este plan bueno, la historia del mundo ha hecho que surgiera un contexto diferente, marcado por «un escenario moralmente decadente», en el que la actitud de los hombres hacia la Creación ha obscurecido progresivamente la vocación de los hombres de ser «cooperadores de Dios». La pulsión de interferir en el «delicado y equilibrado ecosistema del mundo», el insaciable deseo «de manipular y controlar los recursos limitados del planeta», y la avidez por las «ganancias sin límites del mercado» nos han alejado «del objetivo original de la Creación». Ahora, prosiguen Bartolomé y Francisco, «ya no respetamos la naturaleza como un don compartido. En cambio, la consideramos una posesión privada». No nos ponemos de acuerdo con la naturaleza para sostenerla y, por el contrario, la dominamos «para afirmar nuestras construcciones».

Pagan los pobres 

Las consecuencias de este proceso de alejamiento, se lee en el mensaje suscrito por el Papa Bergoglio y el Patriarca ecuménico, son «trágicas y duraderas». «El ambiente humano y el ambiente natural se deterioran juntos, y este deterioro del planeta pesa sobre los pueblos más vulnerables». El impacto del cambio climático «golpea principalmente a los que viven en la pobreza en cada rincón del planeta. Nuestro deber de usar los bienes de la tierra de manera responsable —escribieron el Papa y el Patriarca—implica el reconocimiento y el respeto por todos los pueblos y todas las criaturas vivas. La llamada urgente es el desafío para cuidar la Creación son una invitación a toda la humanidad para que lleve a cabo un verdadero desarrollo sostenible e integral».

El Señor y el corazón de los potentes 

Frente al escenario descrito los dos pastores cristianos, unidos también «por el común cuidado de la Creación de Dios, y reconociendo la tierra como un bien compartido», invitan con fervor a todos los hombres de buena voluntad «a dedicar un tiempo de oración por el ambiente el primero de septiembre». Una oración para agradecer al Creador amoroso» por el «noble don de la Creación» y también para pedirle que apoye un renovado compromiso por el cuidado y la preservación de la Creación: «después de todo, sabemos que trabajamos en vano si el Señor no está a nuestro lado».

A Dios, Bartolomé y el Papa Francisco piden cambiar la manera con la que los hombres se relacionan con el mundo. Y la oración que dirigen a Dios, para que toque los corazones de los hombres, está implícitamente relacionada con el llamado que el Papa Francisco y Bartolomé, en su mensaje, dirigen a los que tienen el poder: «Apelamos con urgencia a todos los que están en posición de responsabilidad de tipo social y económica, o política y cultural», escribieron los dos pastores, «para que escuchen el grito de la tierra y presten atención a las necesidades de los marginados, pero, sobre todo, para que respondan a la súplica de millones de sostener un común compromiso del mundo por la cura de nuestra Creación herida». «Estamos convencidos —añadieron— de que no puede haber una solución sincera y duradera al desafío de la crisis ecológica y del cambio climático si la respuesta no es concertada y colectiva, si la responsabilidad no es compartida y confiable, si no da prioridad a la solidaridad y al servicio».

«El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo» (Rey.17,14)

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