Adquiriremos en nuestro modo de ser Iglesia, de evangelizar, de catequizar y de salir, la capacidad de: combatir contra el Mal en serio, no contra males menores, combatir contra lo que de verdad mata la vida.
Significa que podremos comunicarnos con toda persona y todas las personas, y podremos hacerlo con libertad y confianza, especialmente las más alejadas del Señor, para que nos entiendan y entiendan el Evangelio.
Que podremos estar en situaciones muy difíciles, llenas de veneno, para invitar a transformaciones profundas para superar todo tipo de odios.
Que podremos llevar la salud en todos sus sentidos, transmitir el deseo y las ganas de vivir, el sentido de la vida, el perdón y la paz.
Podemos aspirar a ser una Iglesia sin rigideces, sin una falsa moralidad, sin tantas trabas hacia adentro y hacia afuera, que nos dificultan ser comunidades llenas de vida, con una forma de celebrar y de hacer nuestras liturgias, que sean verdadero encuentro con el Dios de la vida.
Deseo de todo corazón que nuestra Iglesia le habrá las puertas de verdad a los pobres, porque de todo esto, de vivir sin miedos, de afrontar la vida con fe y esperanza, saben mucho, muchísimo y podrían muy bien evangelizarnos a los que muchas veces nos creemos seguros, que no necesitamos ni de los otros, ni de Dios.
P. Obispo Jorge Eduardo
Homilía de la Peregrinación Arquidiocesana
12 de mayo de 2024