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musica catolica - Canto CatolicoHimno a san José

El grupo Canto Católico presentó esta versión del Himno a San José. Lo que sigue son algunos comentarios que publicaron junto a la interpretación de la canción:

«…la primera estrofa retrata sin rodeos el propósito de la canción: el abandono de nuestras vidas a la protección de san José (estrofa (e.) 1, versos (vss.) 1-2); un abandono confiado en el gran poder de intercesión de quien fuera padre virginal de Nuestro Señor Jesucristo. En efecto, precisamente sobre la base de estas graves credenciales sabemos que el ruego de san José es de grandísima eficacia para obtenernos del Señor el gran anhelo de todo hombre: la paz del corazón (e. 1, vss. 3-4)»

«…la segunda estrofa retrata con intentada simplicidad este aspecto en sus elementos principales: junto a María Santísima (e. 2, vss. 1-2) san José cuidó del niño Jesús pues ambos, por la encumbrada virtud con que Dios revistió sus almas, fueron hallados dignos de custodiar la Luz que ilumina a todo hombre: Cristo el Señor (e. 2, vss. 3-4).»

«A continuación se abordan dos temas josefinos particularmente importantes: san José como modelo del trabajo cristiano (e. 3) y san José como el hombre de fe y maestro de oración (e. 4).

Con suma sencillez (e. 3, vss. 1-2) san José nos da el más perfecto ejemplo de glorificar a Dios cumpliendo fielmente nuestros deberes de estados y, particularmente, haciendo bien nuestro trabajo (e. 3, vs. 3). La clave para lograr este altísimo propósito reside en la unión y colaboración de dos componentes, trabajo y oración, ya intuidos por el santo abad Benito en los primeros siglos con su ora et labora, del cual san José es su más fiel exponente (e. 3, vs. 4).»

«Finalmente, la última estrofa, de esta canción de música católica, recoge dos aspectos de gran profundidad y riqueza espiritual. En primer lugar, san José es modelo eminente de hombre de fe (e. 4, vss. 1-2); cuya razón es estrictamente bíblica. En efecto, del tenor del relato de san Mateo, aparece con toda claridad que san José, ante la inmensidad del misterio que Dios había obrado en María, decidió abandonarla en secreto porque era justo (Mt 1, 19). Sin embargo, habiendo escuchado luego la voluntad de Dios en sueños, el santo no temió tomar a María por mujer (Mt 1, 20-24).  Sabiendo que el Señor así lo había dispuesto, tuvo firmísima fe en que tras este llamado se escondía un designio de amor y una promesa de plenitud que Dios no fallaría en cumplir. Y a pesar de las muchas y graves dificultades que hubo de sufrir (cf. Mt 2, 13-18), tuvo siempre a la vista esta promesa divina, en la cual supo cimentar su matrimonio virginal y la feliz crianza de su hijo Jesucristo.

Luego, la última parte de la estrofa 4, muy unida a esta, se refiere al gran título que santa Teresa de Jesús, la gran josefina carmelita, diera a san José: Maestro de oración (e. 4 vss. 3-4). Así, con el singular estilo que la caracteriza, nos enseña la gran doctora de la oración: «Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro, y no errará el camino» (Vida 6, 8). Nos enseña el Señor que el árbol se conoce por sus frutos (Mt 7, 16-20), lo cual debe aplicarse rigurosamente a la oración cristiana: es verdadera oración la que produce fruto. Pues bien, san José, por el admirable recogimiento y silencio con que vivió y trabajó, nos ha dado ejemplo eminente de este fruto, el cual no consiste sino en escuchar y seguir sin reservas la voz de Dios (e. 4, vs. 4).»

Hoy a tus pies ponemos nuestra vida;
hoy a tus pies, ¡Glorioso San José!
Escucha nuestra oración y por tu intercesión
obtendremos la paz del corazón.

En Nazaret junto a la Virgen Santa;
en Nazaret, ¡Glorioso San José!
cuidaste al niño Jesús
pues por tu gran virtud
fuiste digno custodio de la luz.

Con sencillez humilde carpintero;
con sencillez, ¡Glorioso San José!
hiciste bien tu labor
obrero del Señor
ofreciendo trabajo y oración.

Tuviste Fe en Dios y su promesa;
tuviste Fe, ¡Glorioso San José!
Maestro de oración
alcánzanos el don
de escuchar y seguir la voz de Dios.

«El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (Apoc. 21,4)

LAS HERMANAS DEJESÚS POBRE, NOPODEMO SER INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO DE LOS  HERMANOS Y HERMANAS QUE SUFREN, COMO JESÚS NOS ENSEÑA A CADA INSTANTE.

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

P. Ricardo – 22/6/2025

REFLEXIONES VARIAS

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I SÍNODO ARQUIDIOCESANO – DOCUMENTO FINAL

3 MINUTOS DE RETIRO

MENSAJES DIARIOS DEL PAPA LEÓN XIV

22/6/2025

Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre, porque su cuerpo es el pan de la vida eterna. Cuando nos alimentamos de Jesús, pan vivo y verdadero, vivimos para Él. Ofreciéndose sin reservas, el Crucificado Resucitado se entrega a nosotros, y de este modo descubrimos que hemos sido hechos para nutrirnos de Dios.

La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!

Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana.

Continúan llegando noticias alarmantes desde Oriente Medio, sobre todo desde Irán. En este escenario dramático, que incluye a Israel y Palestina, corre el riesgo de caer en el olvido el sufrimiento diario de la población, especialmente de Gaza y los demás territorios, donde la necesidad de una ayuda humanitaria adecuada es cada vez más urgente.

En la Eucaristía el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.

En muchos países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio De Hoy narra el milagro de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Más allá del prodigio, el milagro es un “signo”, y nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen más cuanto más se comparten.

INTENCIONES DEL PAPA

El Papa León XIV nos invita a profundizar nuestra relación personal con Jesús y a aprender de su Corazón la compasión por el mundo.