A vosotros, jóvenes, os renuevo la tarea de poner la fraternidad en el centro de la economía. Nunca como en este tiempo hemos sentido la necesidad de contar con jóvenes que sepan, mediante el estudio y la práctica, demostrar que existe una economía diferente. No os desaniméis: dejaos guiar por el amor del Evangelio, que es el motor de todo cambio y que nos exhorta a entrar en las heridas de la historia y a resurgir. Lanzaos con creatividad a la construcción de nuevos tiempos, sensibles a la voz de los pobres y comprometidos con su inclusión en la construcción de nuestro futuro común. Nuestro tiempo, por la importancia y la urgencia que tiene la economía, necesita una nueva generación de economistas que vivan el Evangelio en las empresas, las escuelas, las fábricas, los bancos, dentro de los mercados. Seguid el testimonio de aquellos nuevos mercaderes a los que Jesús no echa del templo, porque sois sus amigos aliados de su Reino.
Queridos jóvenes, haced que emerjan vuestras ideas y vuestros sueños y, a través de ellos, llevad al mundo, a la Iglesia y a otros jóvenes la profecía y la belleza de las que sois capaces. No sois el futuro, sois el presente. Otro presente. El mundo necesita vuestro valor. Ahora.