5. Lo verían mirando al cielo con mirada profunda y larga, de la misma manera miraría a cada persona.
Me imagino las miradas del Señor penetrantes, serenas y llenas de misericordia. Lo observarían acariciar y abrazar a los enfermos y leprosos y descubrirían en Él alguien que ama de verdad.
Aprenderían del Maestro a escuchar, a estar atentos y darle el tiempo necesario al otro por más que estuviesen urgidos y apurados.
Aprenderían a ver toda la realidad de otra forma, porque sus comentarios deberían ser reveladores, cargados de sabiduría y de una nueva forma de interpretar todo, muy distinto a la de los falsos maestros.
La mirada de Jesús ¿cómo nos la imaginamos? ¿La sentimos penetrante hasta nuestras profundidades más íntimas? ¿La sentimos dura, cargada de reclamos ante nuestras faltas? ¿O, por el contrario, la sentimos tierna, misericordiosa, conocedora de nuestras debilidades, pero también de nuestros esfuerzos por tratar de superarlas?
¿Cómo son nuestras miradas hacia los hermanos? ¿Dejamos que la mirada de Jesús interpele la nuestra para poder asemejarnos cada vez más a Él?