Espero que los Juegos Olímpicos de París sean una ocasión ineludible para que todos los que vengan del mundo entero se descubran y se aprecien mutuamente, rompan prejuicios, fomenten la estima donde hay desprecio y desconfianza, y la amistad donde hay odio. Los Juegos Olímpicos son, por su propia naturaleza, la paz, no la guerra.
Fue con este espíritu que la Antigüedad instituyó sabiamente una tregua durante los Juegos, y que los tiempos modernos intentan regularmente revivir esta feliz tradición. En estos tiempos turbulentos, en los que la paz mundial está gravemente amenazada, deseo fervientemente que todos se tomen a pecho esta tregua, con la esperanza de resolver los conflictos y restablecer la armonía. Que Dios se apiade de nosotros.
Papa Francisco