En la visita del Papa Francisco a la cárcel de Montorio en Verona, dejó algunas palabras que también nos hacen reflexionar a nosotros:
“Para mí, entrar en una cárcel es siempre un momento importante, porque la cárcel es un lugar de gran humanidad. De humanidad probada, a veces fatigada por dificultades, culpas, juicios, incomprensiones y sufrimientos, pero al mismo tiempo llena de fuerza, de deseo de perdón, de deseo de redención».
Sobre el suicidio: “Se trata de un acto terrible, al que sólo pueden conducir la desesperación y el dolor insoportables. Así que, mientras me uno a las familias y a todos ustedes en la oración, quiero instarles a no ceder a la desesperación. Siempre merece la pena vivir, y siempre hay esperanza para el futuro, incluso cuando todo parece desvanecerse».
Un sabio consejo: “Por eso, en los peores momentos, no nos encerremos en nosotros mismos: hablemos con Dios de nuestro dolor y ayudémonos mutuamente a sobrellevarlo, entre compañeros de viaje y con la gente buena a nuestro lado. No es debilidad pedir ayuda: hagámoslo con humildad y confianza. Todos nos necesitamos y todos tenemos derecho a la esperanza, más allá de cada historia y de cada error o fracaso”.
El Año Santo: “Que ésta sea también una señal que nos ayude a levantarnos de nuevo y a tomar las riendas, con confianza, de nuestras vidas cada día”.
María nos une: «Pensé en la ternura, de la que no se habla tanto. Pensé en este regalo: la Virgen con el niño, que es precisamente un gesto de ternura. Y pensé también que la figura de María es una figura común al cristianismo y a los musulmanes. Es una figura común. Nos une a todos».