Por Javier Souza Casadinho – Javier es un amigo de la localidad de Marcos Paz. Con él nos relacionamos siempre por huertas y otros proyectos relacionados con la agroecología y el cuidado de la Tierra.
Los sucesos en Bahía Blanca relacionados con las inundaciones nos vuelven a increpar, a las autoridades y a la sociedad en su conjunto, acerca de nuestra falta de planificación, la omisión de previsiones, respecto al cambio climático.
La muerte de ciudadanos del distrito, la desaparición de personas, la pérdida de viviendas, el detrimento de la infraestructura nos demuestra claramente que el cambio climático ya está presente y nos afecta, además que debemos actuar desde diferentes dimensiones, territorios, actividades económicas y escalas. Tanto desde la mitigación como desde la adaptación critica.
Existen dos palabras que escuchamos mucho en los últimos años en relación a la crisis climática: Incertidumbre y complejidad. En este sentido, la incertidumbre evoca la falta de seguridad o certeza de que una situación ocurra en contextos donde carecemos de información o no tenemos control integral o completo. Por su parte la complejidad alude a estructuras donde diferentes elementos se relacionan y condicionan de múltiples modos, según las circunstancias, de manera tal que no existe una linealidad pudiendo dar origen a situaciones diversas.
En relación al cambio climático y a las inundaciones, no tenemos certezas sobre la frecuencia e intensidad de las lluvias o la dirección del viento. En el mismo sentido las condiciones atmosféricas (Temperaturas, presión del aire, vientos) interactúan entre sí y con los bienes naturales (suelos, vegetación, cursos de agua) y con aquellos construidos por los seres humanos (rutas, viviendas, puentes, alcantarillado) pudiendo determinar, o no, un suceso de inundación, así como sus consecuencias.
La adaptación al cambio climático puede definirse como la capacidad de los miembros de una comunidad, en un territorio dado y en un tiempo determinado, de organizarse y amoldarse al clima y a sus cambios, reduciendo sus efectos negativos y de ser posible aprovechar los positivos, por ejemplo las mayores lluvias en la actividad agrícola.
Adaptarse no implica resignarse, muy por el contrario: conlleva a involucrarnos, a participar activamente en las decisiones y búsquedas de generar cambios sistémicos y apropiados. Los procesos de adaptación además de la mencionada participación, requieren de la co-construcción, emergencia y adopción real de políticas públicas integrales, desde las nacionales a las distritales.
A fin de generar procesos de adaptación se requiere generar un proceso de planificación que partiendo de un diagnóstico adecuado nos posibilite reconocer las amenazas derivadas del cambio climático, para desde allí concebir actividades de diversa índole, por ejemplo, brindar información climática, construir infraestructura adecuada, sistemas de drenaje, creación de parques, protección de las áreas naturales, etc..
Dadas la complejidad y la incertidumbre ya mencionadas, se requiere de un monitoreo permanente en cada territorio con el objetivo de introducir las modificaciones necesarias.
En ese proceso de adaptación requiere determinar la dimensión de algunas variables:
- Impacto: Es el efecto, consecuencias, derivaciones que la crisis climática sobre el ambiente incluido los seres humanos. Por ejemplo en las inundaciones de Bahía Blanca la muerte y desaparición de personas, la caída de viviendas, la pérdida de bienes afectivos, el deterioro en las propiedades de los suelos, la imposibilidad de realizar tareas laborales, etc. En otras ocasiones el impacto puede ser positivo como la mayor cantidad de agua presente en los suelos que posibilita el crecimiento de la vegetación silvestre.
- Riesgo: Es la probabilidad de ocurrencia de un fenómeno determinado, en nuestro caso derivado del cambio climático, con consecuencias desfavorables para el ambiente, incluidos los seres humanos. Por ejemplo una intensa lluvia, que puede impactar en nuestras actividades, modos y estilos de vida cotidianos.
- Vulnerabilidad: la propensión a ser afectado de manera adversa o negativa por un suceso o hecho determinado. Por ejemplo en Bahía Blanca no todas las familias serán afectadas del mismo modo, por el contrario la cercanía al mar, los materiales con los cuales están construidas las viviendas, la tenencia de recursos económicos y materiales implicarán diferentes grados de afectación en el presente y en el futuro para cada habitante de la ciudad. La vulnerabilidad, que debe emerger de un diagnóstico integral y participativo, debe guiar a las políticas y a las acciones que de ella deriven. La vulnerabilidad se relaciona con: 1-La exposición o presencia de seres vivos e infraestructura en sitios que podrían verse afectados por un fenómeno climático, en el caso de Bahía los ciudadanos, las escuelas, los clubes y los predios agrícolas. 2-La sensibilidad o grado de afectación de una familia, comunidad o ecosistema frente al cambio en las variables climáticas. Como ya lo mencionamos, no todos poseemos la misma sensibilidad, dado que las características de nuestras viviendas, el tipo de trabajo que desarrollamos, nuestras costumbres, el territorio en el cual vivimos, la naturaleza, y sus componentes, pueden tornarnos más o menos susceptibles ante la misma circunstancia, por ejemplo un viento fuerte. En las actividades agrarias serán afectados,por una sequía, de modo desigual un productor campesino respecto a productor empresario. 3- La capacidad de adaptación que depende tanto de los sistemas naturales (por ejemplo los servicios ecosistémicos de los humedales, especialmente la absorción de agua) como de todo aquello que los seres humanos recreamos desde la infraestructura y las viviendas, sin olvidar las relaciones humanas y los sistemas institucionales.
En este sentido, cuando más expuestos estemos a un fenómeno, ejemplo la población que vive cerca de un río, cuanto más sensibles seamos, por ejemplo en la precariedad en las viviendas, y menor sea nuestra capacidad de adaptación, por ejemplo la organización entre los vecinos, mayor será nuestra vulnerabilidad frente al cambio climático. En otras palabras, más afectados seremos en el día a día y en nuestro futuro.
Los procesos de adaptación al cambio climático dependen de varios factores entre los que sobresalen la cultura local, entendida como de conjunto de costumbres, valores, creencias, relaciones establecidas entre las personas, además de los recursos materiales existentes, el conocimiento sobre el clima del lugar (tanto el que proviene de la ciencia como el recreado en las comunidades), las tecnologías disponibles y las necesidades, aspiraciones, deseos de las personas implícitos en nuestros modos y estilos de vida. No debemos dejar de lado el espacio y el tiempo en el cual pensamos, ideamos e incluimos dichos mecanismos de adaptación.
De esto volveremos a reflexionar en el próximo número del semanario.
Los sucesos acaecidos en Bahía Blanca nos duelen, nos increpan, nos molestan pero también deben llevarnos a reflexionar sobre nuestros actos, desde cómo se planifica el establecimiento de una ciudad hasta la compra de una bebida en una botella descartable, sin olvidar nuestro grado de involucramiento en la co-construcción de las decisiones políticas.