UNA SOCIEDAD CON MAYOR JUSTICIA SOCIAL

(Diario Perfil – 19/1/2024) Por cuestiones coyunturales no fue muy difundido en los medios de comunicación de la Argentina el mensaje que el Papa Francisco dio este miércoles pasado a los participantes del Foro de Davos, la reunión más importante del año de ricos y poderosos del planeta.

Pbro. Máximo Jurcinovic
Director de la Oficina de Comunicación de la CEA

El Papa Francisco en el discurso leído por el cardenal ghanés Peter Turkson, presidente de las Pontificias Academias de las Ciencias y de las Ciencias Sociales, expresó con contundencia y un claro liderazgo: “Espero que sus debates tengan en cuenta la urgente necesidad de avanzar en la cohesión social, la fraternidad y la reconciliación entre grupos, comunidades y Estados, con el fin de abordar los retos que tenemos ante nosotros”.

Y también Francisco volvió a insistir en Davos en la incansable tarea de terminar con los conflictos bélicos que existen: “Lamentablemente, al mirar a nuestro alrededor, nos encontramos con un mundo cada vez más lacerado, en el que millones de personas -hombres, mujeres, padres, madres, niños-, cuyos rostros nos son en su mayoría desconocidos, siguen sufriendo, entre otras cosas por los efectos de conflictos prolongados y guerras reales”

Los poderosos del mundo en este Foro recibieron un desgarrador panorama sobre las consecuencias de la guerra, y como es propio del Santo Padre, la condena a la prolongación en el tiempo de las mismas.

Este panorama Francisco lo expone crudamente cuando habla sobre el “acostumbramiento”. Muchas veces ha hablado sobre lo prolongado de los conflictos bélicos, dando a entender además que el mundo tiene un estilo de “debate y permanencia” en las guerras, que genera sólo insensibilidad frente al dolor y la muerte. Y también a los lideres reunidos en el Foro repitió lo dicho ante el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede: “no hay conflicto que no termine golpeando a la población civil, especialmente a los más vulnerables”. Pareciera que la guerra se ha vuelto para algunos en un fenómeno de debate de ideas, y deja de ser el drama que azota a poblaciones enteras, sobre todo a las civiles, y muchas de estas además vulnerables. Se habla de los de “arriba” de las guerras, se silencia el dolor de los de “abajo”, sobre todo niños y niñas que mueren en manos de aquellos que deciden la guerra, pero no participan de sus daños.

Vale destacar que el Papa se dirige a Davos poniendo en el centro el drama de la guerra, pero inmediatamente manifiesta la injusticia como la causa primera. La paz es fruto de justicia, la guerra nace en la injusticia. Así lo “expresa: “Por consiguiente, no basta con dejar a un lado los instrumentos bélicos, sino que hay que afrontar las injusticias que son la raíz de los conflictos. Entre las más significativas está el hambre, que sigue asolando regiones enteras del mundo, mientras otras se caracterizan por un excesivo desperdicio de alimentos. La explotación de los recursos naturales sigue enriqueciendo a unos pocos mientras deja a poblaciones enteras, que son las beneficiarias naturales de esos recursos, en un estado de indigencia y pobreza. Tampoco podemos ignorar la explotación generalizada de hombres, mujeres y niños obligados a trabajar por salarios bajos y privados de perspectivas reales de desarrollo personal y crecimiento profesional”

El Papa propone salir de los conceptos clásicos de controversias que a veces arrastramos en el mundo de hoy, y llevar la mirada y reflexión a los puntos sustanciales de las injusticias que llevan a la guerra. La guía del magisterio papal nos tiene que llevar a renovar en nuestra sociedad un estilo de pensamiento superador, que deje de pensar respuestas rápidas y superficiales. No podemos seguir pensando las injusticias y las guerras desde los “memes”, los videos recortados o miradas parciales que buscan exaltación y festejo de los propios públicos.

El pasado 13 de enero en una nota de PERFIL, realizada por Jorge Fontevecchia, la Dra. Emilce Cuda, Secretaria de la Comisión para América Latina de la Santa Sede expresó: “De la pobreza se habla mucho y creo que se la conoce bastante. La riqueza no. Todos conocemos la pobreza, pero no todos conocemos la riqueza. Y la pobreza es justamente una consecuencia de la concentración de los bienes en unas pocas manos, que deja a la mayoría de la población mundial sin acceso universal a los bienes que consideramos comunes”.

Esta injusticia que lleva a la guerra me hace pensar en los comunicadores sociales: ¿Cuánto hablamos de la pobreza, y cuánto hablamos de la riqueza y su concentración en manos de unos pocos? Por eso el Santo Padre fuertemente denuncia una vez más la pobreza, pero invita a los que tienen poder económico a que sean conscientes de la responsabilidad moral en la lucha contra la misma. Para muchos, la palabra de la Iglesia hacia el mundo de la riqueza está vedada, como si no hubiera nada para decir, o incluso, algunos creen que no es de interés dentro de la misma Iglesia.  El Papa hablando de la pobreza y de la riqueza a la vez en este Foro, ponen de manifiesto una vez más su agenda como un servicio a la humanidad entera.

Insisto que el mensaje de Francisco tiene en este momento una fuerza transformadora que el mundo debe aprovechar para hacer crecer el pensamiento. Estamos presos, especialmente los medios de comunicación, de una “pasionalidad” que no permite generar reflexión serena para los grandes desafíos del mundo.

El magisterio de Francisco hoy es palabra concreta en las reuniones más importantes del planeta. Nace de la propuesta del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia. Muchos escucharán, otros no. No tengan dudas que Francisco hablando con los poderosos de este mundo, deja claro que no hay otro modo que terminar con la pobreza, la desigualdad, las guerras y la violencia, que no sea una sociedad con mayor justicia social, donde cada uno aporte lo suyo, donde todos estén dispuestos a ceder algo para el bien común, y sobre todo donde exista la cultura del encuentro que se expresa en el amor, la justicia y la solidaridad.

«Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos ustedes, pensando en la colaboración que prestaron a la difusión del Evangelio, desde el comienzo hasta ahora.» (Fil. 1,4)

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