8. ¿Cómo los conmovería verlo alegre en esos momentos de risas compartidas y llenas de felicidad? ¿Y cómo cuando estaría serio, adusto, reservado, pensativo, dolido? ¿Qué les provocaría sus enseñanzas sobre la Ley, sobre los salmos, los profetas? ¿Cómo vivirían los momentos en los que los corregiría en sus maneras de ver, de pensar y de sentir, cuando se alejaban del Reino? ¿Cómo aprendieron a rezar el Padrenuestro? ¿Qué les pasaría por su cabeza y por su corazón al estar en medio de tantas situaciones llenas de la densidad e intensidad como las que tiene la vida, pero vividas a su lado? ¿Qué les provocaría la relación con su madre? Me imagino algunas charlas entre Jesús y su mamá, su “Ima”, llenas de intimidad, de cariño, de respeto y de la veneración propia de un hijo obediente y dócil a la voz de Ella que tanto lo amaba. Aprenderían a amarla también a Ella como a su propia madre. Aprenderían a vivir asombrados, admirados, sorprendidos, maravillados y también llenos de preguntas, con una fascinación extraña propia del que se entrega y al mismo tiempo siente en su carne la propia pequeñez, impotencia y que todo le queda grande.
Nuevamente la cercanía de Jesús. ¿La sentimos? ¿La buscamos?
¿Sentimos que podríamos ser nosotros, junto con Jesús, los protagonistas de las preguntas que el Obispo Jorge pensó?