Mensaje de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

                                    Coyuntura socio-económica actual: una oportunidad para la unidad

Estamos atravesando el tiempo de Pascua, este tiempo en el que Jesús viene a acompañarnos en el duro camino que nos toca. Un tiempo que nos obliga a buscar nuevas formas de encuentro y solidaridad en medio de las dificultades. Que nos iguala en el dolor pero que nos compromete con la ayuda a los desiguales en términos de la salud, la alimentación, el riesgo humano y también la supervivencia en relación al trabajo y a la producción.
Es un momento en el que, como decíamos al inicio de la Semana Santa, la emergencia sanitaria vino a sumarse a la delicada situación de emergencia alimentaria y social que tantas hermanas y hermanos de nuestra patria vienen atravesando. Emergencia que no puede separarse de la profunda crisis económica que venía afectando a nuestros hermanos sin pan y sin trabajo; una crisis que afecta a todas las partes involucradas y que nos interpela para poder encontrar caminos de salida.
Las grandes empresas e industrias, especialmente aquellas que debieron parar sus actividades en forma total por la pandemia, están tratando por todos los medios de preservar las estructuras de trabajo. Son ellas quienes tienen que seguir sosteniendo una ética de la solidaridad que se anteponga a la lógica de las ganancias o la especulación.
Las empresas pequeñas y medianas, por su parte, intentan con muchísima dificultad, encontrar caminos que les permitan mantener mínimos de producción y preservar empleos. Ellas están en la primera línea de fuego de la subsistencia.

Desde el Estado se ha asumido también este desafío; se proponen y se intentan medidas de auxilio, aunque sabemos que la implementación choca, en muchos casos, con las trabas de la burocracia del sistema bancario y financiero que no sigue el mismo ritmo.
Los sindicatos están poniendo su mayor esfuerzo, tanto desde la defensa de las fuentes de trabajo, como igualmente comprometiendo sus recursos de infraestructura y obras sociales.
Los movimientos populares tratan de sostener la demanda creciente de asistencia alimentaria y social por la enorme cantidad de hermanos que han perdido sus únicas fuentes de ingreso ante los emprendimientos que han debido cesar por la pandemia.
Deseamos enviarles nuestro acompañamiento y compromiso en este tiempo de incertidumbre, de esfuerzo, animándonos a volver la mirada a Jesús Resucitado, Señor de nuestra vida y de nuestra historia, para que sea El quien renueve nuestra esperanza y nuestra confianza de que siempre camina junto a nuestro pueblo.
Del mismo modo queremos convocarlos a mantener la unidad dentro de los espacios de diálogo, tales como el de la Mesa de Diálogo por el Trabajo y la Vida Digna, entendiendo que estamos en una coyuntura donde la creatividad de todos debe poder ayudarnos recíprocamente. Será sólo con la participación de todos los sectores, como podremos encontrar los mejores caminos de salida, ya que -como dice el Papa Francisco- “estamos todos en la misma barca” y sólo saldremos juntos.
Sabemos que ya se habla de una “lenta y ardua recuperación de la pandemia”, pero tengamos cuidado, como dijo el Papa, que no nos azote otro virus, que es el del egoísmo indiferente, el que hace que pensemos que la vida mejorará si nos va bien a cada uno de nosotros, descartando a “los pobres e inmolando en el altar del progreso al que se queda atrás. Esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos”.
“Aprovechemos entonces esta situación como una oportunidad para preparar el mañana de todos. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro”.

+ Jorge Lugones SJ

Presidente COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL

«El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (Apoc. 21,4)

LAS HERMANAS DEJESÚS POBRE, NOPODEMO SER INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO DE LOS  HERMANOS Y HERMANAS QUE SUFREN, COMO JESÚS NOS ENSEÑA A CADA INSTANTE.

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

P. Ricardo – 22/6/2025

REFLEXIONES VARIAS

AGENDA

DÍAS Y HORARIOS

Secretaría:
Miércoles y Viernes: 15:30 a 18:00 hs
Cáritas:
Martes y viernes de 15:00 a 17:30 hs
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Miércoles a Sábados: 18.30 hs
Domingos: 10 hs

I SÍNODO ARQUIDIOCESANO – DOCUMENTO FINAL

3 MINUTOS DE RETIRO

MENSAJES DIARIOS DEL PAPA LEÓN XIV

22/6/2025

Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre, porque su cuerpo es el pan de la vida eterna. Cuando nos alimentamos de Jesús, pan vivo y verdadero, vivimos para Él. Ofreciéndose sin reservas, el Crucificado Resucitado se entrega a nosotros, y de este modo descubrimos que hemos sido hechos para nutrirnos de Dios.

La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!

Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana.

Continúan llegando noticias alarmantes desde Oriente Medio, sobre todo desde Irán. En este escenario dramático, que incluye a Israel y Palestina, corre el riesgo de caer en el olvido el sufrimiento diario de la población, especialmente de Gaza y los demás territorios, donde la necesidad de una ayuda humanitaria adecuada es cada vez más urgente.

En la Eucaristía el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.

En muchos países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio De Hoy narra el milagro de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Más allá del prodigio, el milagro es un “signo”, y nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen más cuanto más se comparten.

INTENCIONES DEL PAPA

El Papa León XIV nos invita a profundizar nuestra relación personal con Jesús y a aprender de su Corazón la compasión por el mundo.