Cuál fue el origen de la elección de los colores de la bandera

Publicado en el diario La Nación el 19/10/2019

Roque A. Sanguinetti

«Al cielo arrebataron nuestros gigantes padres/ el blanco y el celeste de nuestro pabellón» dice aquella hermosa poesía que se enseñaba en las escuelas. ¿Pero cómo se eligieron realmente esos colores?

El 27 de febrero de 1812, cuando creó la bandera, el general Manuel Belgrano escribió al Triunvirato: «Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola la mandé hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional». Aquí ya hay una declaración del propio creador. ¿Y qué origen tenían los colores de la escarapela?

Hay dos versiones. La más sólida sería la de las cintas de Pueyrredón. Durante la primera invasión inglesa, en 1806, don Juan Martín de Pueyrredón juntó una tropa de soldados y de trescientos gauchos voluntarios en Luján, y les dio como estandarte el de la «Purísima Concepción», de colores celeste y blanco, y a cada uno un par de cintas, una celeste como el manto de la Virgen de Luján y otra blanca como su vestido. Con ellas combatieron y así las hicieron conocer. Este sería el antecedente de la escarapela que luego usó la Sociedad Patriótica y después adoptó el Triunvirato.

Otra versión dice que los colores fueron copiados de una banda cruzada que exhibían los reyes Borbones. Aún así ¿cuál era su origen? El color de los Borbones en realidad era el blanco, pero la banda celeste y blanca que usaban es la de la Real Orden de Carlos III, quien los tomó oficialmente de los colores de la túnica y del manto de la Virgen de la Inmaculada Concepción, Patrona de España.

Resultado de imagen para virgen de LujánTambién al recibir el prócer en 1793 su título en Leyes en Valladolid, hizo juramento de defender el dogma de la Inmaculada Concepción, y pertenecía a la Congregación Mariana, cuyo distintivo era una cinta celeste y blanca.

A su regreso de España fundó el Real Consulado de Buenos Aires y colocó al frente un escudo con los colores celeste y blanco, declarando que usaba esos colores en homenaje a la Inmaculada Concepción. Valgan las reiteraciones.

En cuanto a sus motivos íntimos, su hermano Carlos, también militar y Presidente del Cabildo de Luján, escribe: «Mi hermano tomó los colores de la bandera del manto de la Inmaculada de quien era ferviente devoto». Y José Lino Gamboa, cabildante de Luján con Carlos Belgrano, dice: «Al dar Belgrano a la gloriosa bandera de su Patria los colores blanco y azul, había querido obsequiar a la Pura y Limpia Concepción de María como ardiente devoto».

Es asunto poco o nada divulgado, pero todos los antecedentes coinciden en un mismo punto de origen.

Y la imagen religiosa más popular de nuestro país, la de la Virgen de Luján, Patrona de la República Argentina y que representa a la Inmaculada Concepción, ostenta nítidamente los colores de nuestra bandera, una franja blanca en el medio y una celeste a cada lado. Esta coincidencia entonces no es meramente casual, o será que como dice el Martín Fierro: «Donde no hay casualidá, suele estar la Providencia».

«El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (Apoc. 21,4)

LAS HERMANAS DEJESÚS POBRE, NOPODEMO SER INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO DE LOS  HERMANOS Y HERMANAS QUE SUFREN, COMO JESÚS NOS ENSEÑA A CADA INSTANTE.

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Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre, porque su cuerpo es el pan de la vida eterna. Cuando nos alimentamos de Jesús, pan vivo y verdadero, vivimos para Él. Ofreciéndose sin reservas, el Crucificado Resucitado se entrega a nosotros, y de este modo descubrimos que hemos sido hechos para nutrirnos de Dios.

La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!

Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana.

Continúan llegando noticias alarmantes desde Oriente Medio, sobre todo desde Irán. En este escenario dramático, que incluye a Israel y Palestina, corre el riesgo de caer en el olvido el sufrimiento diario de la población, especialmente de Gaza y los demás territorios, donde la necesidad de una ayuda humanitaria adecuada es cada vez más urgente.

En la Eucaristía el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.

En muchos países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio De Hoy narra el milagro de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Más allá del prodigio, el milagro es un “signo”, y nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen más cuanto más se comparten.

INTENCIONES DEL PAPA

El Papa León XIV nos invita a profundizar nuestra relación personal con Jesús y a aprender de su Corazón la compasión por el mundo.