Samuel pregunta…
Desde Sudán, Samuel, de 10 años, cuenta que vive en un campo de refugiados entre amigos desnutridos y que cuando las cosas van bien «hacemos una comida al día». Le confió al Papa que casi siempre sonríe, aunque a veces “de repente tengo ganas de llorar. Porque me gustaría escapar muy lejos…».
Y el Papa responde:
Francisco dice que lo entiende. «Todos los niños – lo consuela – deberían poder ir a la escuela y tener espacios para jugar y divertirse». Añade que parece casi normal creer que África «sólo debe ser explotada y no ayudada». Pero, por favor, continúa, «no pierdan la esperanza de un futuro mejor». Confío en que tarde o temprano los países más ricos entiendan que no pueden seguir usando sus tierras para luego abandonarlas, invertirán recursos para ayudar a resolver sus graves problemas e iniciar una transformación social que permita a todos una vida digna y la posibilidad de soñar con una época próspera no muy lejana.»
Alessandro pregunta…
Alessandro, de Italia, también tiene diez años y pregunta al Papa qué piensa sobre el hecho de que los adultos que escucha no quieran que «familias de lugares más pobres» lleguen a su país. Y que si así fuera, no se habría convertido en «amigo de Momo».
Y el Papa responde:
Francisco reitera que lo que importa es el valor de la «amistad social»: siempre debemos, subraya, «considerarnos todos hermanos y hermanas, sin desconfianza sobre el país de origen, la diferente religión o cultura. Ustedes son y son un ejemplo para aquellos que tienen prejuicios sobre los que vienen de lejos, sobre los ‘extranjeros’. Ya nadie debería sentirse extranjero en ningún lugar. Y ustedes, niños, son muy buenos para acoger a nuevos compañeros y compañeras. Son capaces de integrar su identidad – a través del juego, del diálogo – con la identidad de quienes llegan de países remotos, a menudo porque han tenido que huir de guerras, violencia, injusticia, pobreza, hambre, persecución. Ustedesn niños, transmiten un mensaje muy importante: aislarse es malo y contraproducente. Y el conocimiento mutuo crea un bien para ambas partes. Empezando por nuevas amistades. Incluso en este ámbito, los adultos, incluidos los líderes de las naciones, deben aprender de ustedes: proteger las raíces y, al mismo tiempo, abrirse al mundo».