El Papa a los participantes en el curso «Vivir en plenitud la acción litúrgica» del Pontificio Instituto San Anselmo para los responsables diocesanos de las celebraciones litúrgicas, ofreció este viernes 20 enero algunas reflexiones para el servicio que realizan. 

Si bien las palabras estuvieron dirigidas a los responsables diocesanos que hacían el curso, pueden servirnos para juntos pensar nuestras celebraciones litúrgicas.

Algunas de sus palabras:

«el cuidado de las celebraciones requiere preparación y compromiso«.

«el servicio a la liturgia requiere, además de un conocimiento profundo, un sentido pastoral«

«la liturgia nunca se posee plenamente, no se aprende como las nociones, los oficios, las habilidades humanas. Es el arte primero de la Iglesia, el que la constituye y la caracteriza.»

«el maestro os enseña la liturgia cuando os guía al encuentro del misterio pascual de Cristo; al mismo tiempo debe disponer todo para que la liturgia brille con decoro, sencillez y orden.»

«El ministerio del maestro es una diaconía: colabora con el obispo al servicio de la comunidad.»

«que [el maestro de celebraciones] actúe con discreción, con diligencia, no anteponiendo el rito a lo que expresa, sino ayudando a captar su sentido y espíritu, subrayando con su acción que el centro es Cristo crucificado y resucitado.»

«debemos tener siempre ante los ojos el bien de la comunidad, la pastoral de los fieles (cf. ibíd., 34), para conducir al pueblo a Cristo y Cristo al pueblo. Es el objetivo principal, que también debe estar en primer lugar cuando preparas y diriges las celebraciones. Si descuidamos esto tendremos ritos hermosos, pero sin fuerza, sin sabor, sin sentido porque no tocan el corazón y la existencia del pueblo de Dios»

«el encuentro con Jesús lo que da sentido a nuestro encuentro, a nuestro encuentro. ¡Debemos redescubrir y valorar el silencio!»

«Ayudemos a las comunidades a vivir de la liturgia, a dejarse moldear por ella, para que, como dice la Escritura, “el que tenga sed, venga; el que quiera, tome gratis del agua de la vida» (Ap 22, 17). Ofrecemos a todos el agua de manantial que brota abundantemente de la liturgia de la Iglesia.»

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