Padres de la Iglesia y el nuevo catecismo sobre la misericordia del Padre en el Evangelio de este domingo.

San Gregorio: «Pero debe oírse con gran temor lo que dice: “Córtala, pues, ¿para qué ha de ocupar aún la tierra?”. En efecto, teniendo cada uno a su modo un lugar en la vida presente, si no da frutos de buenas obras, ocupa la tierra como árbol infructuoso. Porque en el sitio en que él se encuentra impide que trabajen otros».

San Basilio: «Es propio de la divina misericordia no imponer castigos en silencio, sino publicar primero sus amenazas excitando a penitencia, así como hizo con los ninivitas y ahora con el labrador, diciendo “Córtala”, estimulándolo a que la cuide y excitando al alma estéril a que produzca los debidos frutos».

San Gregorio: «Por tanto, no nos apresuremos a herir, sino dejemos crecer por misericordia; no sea que cortemos la higuera que aún puede dar fruto y que aún puede curar el celo de su inteligente cultivador».

San Agustín: «También el colono que intercede representa a todo santo que dentro de la Iglesia ruega por el que está fuera de ella, diciendo: “Señor, perdónala por este año (esto es, en este tiempo con vuestra gracia), hasta que yo cave alrededor de ella”».

San Agustín: «“Y si no, la cortarás después”, esto es, cuando vengas en el día del juicio a juzgar a los vivos y a los muertos. Hasta entonces, por ahora perdona».

CATECISMO DE LA IGLESIA

Llamados a dar fruto, por la acción del Espíritu en nosotros
736: Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos «el fruto del Espíritu que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza» (Gál 5, 22-23). «El Espíritu es nuestra Vida»: cuanto más renunciamos a nosotros mismos, más «obramos también según el Espíritu» (Gál 5, 25).

1098: La gracia del Espíritu Santo tiende a suscitar la fe, la conversión del corazón y la adhesión a la voluntad del Padre. Estas disposiciones preceden a la acogida de las otras gracias ofrecidas en la celebración misma y a los frutos de vida nueva que está llamada a producir.

1695: «Justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios» (1 Cor 6, 11), «santificados y llamados a ser santos» (1 Cor 1, 2), los cristianos se convierten en «el templo del Espíritu Santo». Este «Espíritu del Hijo» les enseña a orar al Padre y, haciéndose vida en ellos, les hace obrar para dar «los frutos del Espíritu» (Gál 5, 22) por la caridad operante. Sanando las heridas del pecado, el Espíritu Santo nos renueva interiormente mediante una transformación espiritual, nos ilumina y nos fortalece para vivir como «hijos de la luz» (Ef 5, 8), «por la bondad, la justicia y la verdad» en todo (Ef 5, 9).

1724: Avanzamos paso a paso mediante los actos de cada día sostenidos por la gracia del Espíritu Santo. Fecundados por la Palabra de Cristo, damos lentamente frutos en la Iglesia para la gloria de Dios.

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