Testimonios de San Agustín y el catecismo de la Iglesia sobre el poder salvador de Jesús.

San Agustín: «Con la gracia de Dios os voy a explicar el evangelio de hoy. También quiero, con la ayuda de Dios, animaros a no dejar dormir la fe en vuestros corazones en medio de las tempestades y las borrascas de este mundo. El Señor Jesucristo ejercía sin duda alguna su poder sobre el sueño como sobre la muerte misma, y, cuando navegaba por el lago, el Todopoderoso no sucumbió al sueño al margen de su voluntad. Si pensáis que Él no era dueño de sí es que Cristo duerme dentro de vosotros. Al contrario, si Cristo está despierto dentro de vosotros, vuestra fe también está despierta. El apóstol Pablo dice: “Que Cristo habite en vosotros por la fe” (ver Ef 3,17).

»Así pues, el sueño de Cristo es el signo de un misterio. Los ocupantes del barco representan a los hombres que atraviesan el mar de esta vida sobre la madera de la Cruz. Además, la barca es figura de la Iglesia. Sí, realmente, todos los fieles son el templo donde habita Dios y el corazón de cada uno es una barca que navega en el mar. No puede perderse si el espíritu mantiene buenos pensamientos. Si te han injuriado: es el viento que golpea. Te has encolerizado: las corrientes crecen. Así, cuando el viento sopla y las corrientes crecen, la barca peligra. Tu corazón está en peligro, tu corazón se ve sacudido por las corrientes. El ultraje ha suscitado en ti el deseo de venganza. Te has vengado, cediendo así bajo el influjo de una falta de otro y has naufragado. ¿Por qué? Porque Cristo se durmió dentro de ti, es decir: te has olvidado de Cristo. ¡Despierta a Cristo dentro de ti, acuérdate de Él, que Cristo se despierte en ti, piensa en Él!»

CATECISMO DE LA IGLESIA

¿Quién es éste?
152: «No se puede creer en Jesucristo sin tener parte en su Espíritu. Es el Espíritu Santo quien revela a los hombres quién es Jesús. Porque «nadie puede decir: “Jesús es Señor” sino bajo la acción del Espíritu Santo» (1Cor 12, 3). «El Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios… Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios» (1Cor 2, 10-11). Sólo Dios conoce a Dios enteramente. Nosotros creemos en el Espíritu Santo porque es Dios.

515: «Los evangelios fueron escritos por hombres que pertenecieron al grupo de los primeros que tuvieron fe y quisieron compartirla con otros. Habiendo conocido por la fe quién es Jesús, pudieron ver y hacer ver los rasgos de su Misterio durante toda su vida terrena. Desde los pañales de su natividad hasta el vinagre de su Pasión y el sudario de su Resurrección, todo en la vida de Jesús es signo de su Misterio. A través de sus gestos, sus milagros y sus palabras, se ha revelado que «en él reside toda la plenitud de la Divinidad corporalmente» (Col 2, 9). Su humanidad aparece así como el “sacramento”, es decir, el signo y el instrumento de su divinidad y de la salvación que trae consigo: lo que había de visible en su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su misión redentora».

430: «Jesús quiere decir en hebreo: “Dios salva”. En el momento de la anunciación, el Ángel Gabriel le dio como nombre propio el nombre de Jesús que expresa a la vez su identidad y su misión. Ya que “¿quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” (Mc 2, 7); es Él quien, en Jesús, su Hijo eterno hecho hombre “salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 21). En Jesús, Dios recapitula así toda la historia de la salvación en favor de los hombres.»

590: «Sólo la identidad divina de la persona de Jesús puede justificar una exigencia tan absoluta como ésta: “El que no está conmigo está contra mí” (Mt 12, 30); lo mismo cuando dice que él es “más que Jonás… más que Salomón” (Mt 12, 41-42), “más que el Templo” (Mt12, 6); cuando recuerda, refiriéndose a que David llama al Mesías su Señor (372), cuando afirma: “Antes que naciese Abraham, Yo soy” (Jn 8, 58); e incluso: “El Padre y yo somos una sola cosa” (Jn 10, 30).»

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