Comentario del servicio bíblico latinoamericano a las lecturas de este domingo.

descargaEn la primera lectura nos encontramos ante un texto que se encuentra ubicado en lo que se llama el «Segundo Isaías» o «libro de la consolación» del pueblo de Israel. Este dato, aparentemente simple, nos permite entrar al texto desde una clave de interpretación especial. Isaías, el profeta del juicio y el castigo, siempre tiene al final una palabra de ánimo, de esperanza, de consolación, sobre todo en estos tiempos en los que las propuestas alternativas son buscadas por el sistema globalizante para eliminarlas.


Yahvé habla a Ciro –una persona que «no conoce a Dios», insiste el texto- y le habla, para encomendarle una misión. Es decir: el no conocer a Dios no es una limitación para ser llamados por Dios a una misión, y la de Ciro va a ser la de anunciar palabras de consuelo. El monopolio de la elección de Dios por parte de sólo un pueblo entre todos los pueblos de la humanidad, se desdibuja ante este relato del profeta. Constatamos que un «no judío» puede servir también de mediación adecuada para la actuación de Dios. En buena parte, eso es una gran novedad.

En Pablo, la realidad que Isaías presenta como alianza es elección en comunidad («tenemos presente la obra de su fe, los trabajos y sobre todo la tenacidad de su esperanza»): Son las palabras de Pablo y compañía a la comunidad que se reúne en Tesalónica, quienes se dejan guiar por la acción del Espíritu Santo…

El evangelio de Mateo –el más comentado en la historia de la iglesia y a la vez el evangelio del cual se ha hecho la interpretación más dogmática y espiritualista– es el marco de un texto polémico en un contexto social en el que se divinizaba al Emperador. El evangelio de Mateo es la primera síntesis de la tradición judía y cristiana después de la destrucción del templo de Jerusalén en la guerra de los años 66-74 d.C. El fragmento que hoy leemos forma parte de una serie de controversias entre Jesús y los fariseos (y otros grupos) sobre temas como el tributo, la resurrección de los muertos, el mandamiento principal, el hijo de David… Todas estas controversias tienen como telón de fondo la confrontación de Jesús con la ley romana.

Bajo el tema del tributo, una realidad que sufrían las comunidades cristianas (en las que se fue elaborando el texto del evangelio) bajo el dominio del imperio romano, el pueblo de Israel –que siglos antes había soñado una sociedad como confederación de tribus, en la que el único Señor fuese Dios, el Dios de la liberación–, vive ahora las consecuencias de una monarquía que exprime al pobre para sostener su estructura. Los más pobres son los más afectados por la política fiscal, pues la tasación recaía más directamente sobre los que trabajaban la tierra, campesinos o inquilinos.

Pero yendo un poco más allá del tributo, fijémonos en la figura del Emperador. Roma cargaba sobre sí la influencia del mundo religioso de Egipto y Grecia. La relación de los romanos con estos dioses forma parte de la estructura ordinaria y cotidiana de la vida social: se entendía al Emperador como un dios; Roma era una teocracia.

Las comunidades cristianas que habían optado por otra forma de entender la relación con Dios, con el Dios de Jesús, con el Abba, no podían entender cómo el emperador se presentaba como Dios, y se enfrentan a la religión oficial optando por lo alternativo, que en este caso es la propuesta de vida en pequeñas comunidades de hermanos y hermanas.

Ante esta realidad, la comunidad cristiana busca en la experiencia vivida con el maestro y nos trae al escenario esta frase que ha conseguido ser aceptada como adagio popular: «al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Por tanto ya en los albores de la reflexión de la comunidad está la conciencia de que el emperador no es Dios, y nunca lo será, porque Dios es amor, justicia, amor, igualdad… valores ausentes en cualquier imperio, de cualquier época.

Con el correr del tiempo, lo que es alternativo se transforma en oficial, y se hace necesario reemprender el camino de la creatividad, de la renovación, de lo alternativo.

En la actualidad no hay emperadores que se presenten como Dios, pero sí nos encontramos con ciertas estructuras religiosas monárquicas e imperiales que lejos de reflejar la vivencia de la comunión entre los hermanos y hermanos, pretenden imponer la explotación de los pobres al mejor estilo del imperio Por eso, al leer este texto desde el hoy, tenemos que decir con voz profética: «a la estructura oficial religiosa lo que es de ella» y «a Dios lo que es de Dios», o sea, «a Dios Padre y a su Reino toda nuestra entrega y fidelidad».

El evangelio de Mateo con su fuerza eclesiológica renovadora, nos impulsa a trabajar incansablemente por una iglesia más cercana a la propuesta de Jesús, más centrada en las personas, en las relaciones entre los hermanos, y menos pendiente de la norma y estructura, que cuya atención no puede ponerse por encima de la Justicia y de la defensa de los pequeños, los predilectos de Dios.

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