La Santa Familia

La fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José se celebra el domingo después de Navidad. Es una fiesta que surgió a partir del siglo XIX en Canadá, y pasó luego a toda la Iglesia a partir de 1920. Al principio se celebraba el domingo después de la Epifanía. Es una fiesta que pretende señalar a la Sagrada Familia de Nazaret como «el verdadero modelo de vida» (Colecta) para que nuestras familias se inspiren en ella y puedan encontrar ayuda y consuelo.

Familia en movimiento

Si algo nos llama la atención en la lectura del texto del Evangelio, son los numerosos verbos de «movimiento»: salir, levantarse, huir, refugiarse, vivir… El mapa no es menos impresionante: Belén, Egipto y luego Nazaret. Ciertamente, la clave de todo este «movimiento» se encuentra en la cita del profeta Oseas: «De Egipto llamé a mi hijo». Egipto, lugar de refugio para los perseguidos y punto de partida del Éxodo de Israel. La Familia de Nazaret traza así el camino de tantos perseguidos y refugiados en la historia, pero al mismo tiempo remite a la mano poderosa de Dios que sabe liberar a su pueblo.
La experiencia de la familia de Nazaret no puede dejar de hacernos pensar en las muchas familias de hoy que también están «en movimiento». Ciertamente, las familias obligadas a abandonar sus hogares y sus tierras en busca de paz, serenidad y trabajo. Pero también nos recuerda esa ansiedad de muchas de nuestras familias por no llegar a fin de mes, por la inestabilidad del afecto entre los cónyuges, por una enfermedad…
En la familia de Nazaret, nuestras familias, así como la familia humana, pueden aprender a dejarse guiar por la poderosa mano de Dios. Si bien es cierto, por un lado, que en muchas situaciones nos sentimos «refugiados», «extraños en nuestra propia casa» o en el corazón de la persona amada, es igualmente cierto que todo obstáculo, toda dificultad puede transformarse en una oportunidad de «éxodo», en una oportunidad de «camino de conversión» que es lo único que puede conducir a la serenidad, a la paz y a la estabilidad.

El Espíritu Santo habla a las familias de hoy

El Espíritu Santo sigue guiando hoy a todas las personas, a los matrimonios, a los padres. Pero debemos escuchar al Espíritu que habla en nosotros. El Hijo de Dios vino a nuestro encuentro en un Niño; sólo una mirada de fe sabe captar su presencia. Por eso, es importante recordar que las cosas cotidianas nunca son de poca importancia; que los encuentros cotidianos nunca son inútiles o puras casualidades: hace falta una mirada de fe para captar la realidad más allá de las apariencias. Porque todo es un «lugar» en el que encontramos (o rechazamos) la presencia de Dios. Todo es una señal para los que creen.

Evangelio de la familia

Vivir el evangelio de la familia no es fácil hoy en día, más aún en estos tiempos. Se nos critica o ataca simplemente porque queremos defender la vida desde el vientre materno. Sin embargo, en el Evangelio encontramos el camino para vivir una vida hermosa a nivel personal y familiar, un camino ciertamente exigente, pero fascinante. Es un camino que podemos recorrer siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret y gracias a su intercesión. En toda familia hay momentos felices y tristes, pacíficos y difíciles. Es la vida. Vivir el «evangelio de la familia» no nos exime de experimentar dificultades y tensiones, de encontrar momentos de feliz fortaleza y momentos de triste fragilidad. Las familias heridas y marcadas por la fragilidad, por los fracasos, por las dificultades, pueden resurgir acudiendo al Evangelio, pueden encontrar nuevas posibilidades para un nuevo comienzo. 

Oración

La vida oculta de Nazaret
permite a todo hombre
estar en comunión con Jesús
en lo más cotidiano de la vida:
Nazaret es la escuela
donde uno se inicia en la comprensión
de la vida de Jesús,
es decir, la escuela del Evangelio…
En primer lugar, nos enseña el silencio.
Oh, si renaciera en nosotros
la estima del silencio,
una admirable e indispensable atmósfera del espíritu…
Nos enseña la forma de vivir en familia.
Nazaret nos recuerda lo que es la familia,
lo que es la comunión de amor,
su belleza austera y sencilla,
su carácter sagrado e inviolable…
Finalmente, aprendemos una lección de trabajo.
¡Oh! Hogar de Nazaret,
¡hogar del «Hijo del carpintero»!
Aquí sobre todo queremos entender
y celebrar la ley, severa por supuesto,
pero redentora, del cansancio humano…
Por último, queremos saludar a los trabajadores del mundo…
y mostrarles el gran modelo,su hermano divino.

(San Pablo VI, discurso del 5 de enero de 1964 en Nazaret)

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