Padres de la Iglesia y el nuevo catecismo comentan el evangelio de este domingo.

San Beda: «Ama el Señor a los que guardan los mandamientos de la Ley aunque son menores que los que buscan la perfección. Pero no por eso deja de manifestar que no es suficiente la observancia de la Ley para los que desean ser perfectos, puesto que no vino para abolir la Ley sino para darle plenitud. “Una cosa te falta aún: anda, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, que así tendrás un tesoro en el Cielo, y ven después, y sígueme”. Por tanto el que está llamado a ser así perfecto debe vender lo que tiene, no sólo parte de ello, como hicieron Ananías y Safira, sino todo».

San Beda: «Es mucha la diferencia que hay entre tener riquezas y amarlas, y es por ello que no dijo Salomón “que el que tiene las riquezas, no saca fruto de ellas, sino el que las ama” (ver Ecle 5, 9). Expone el Señor a sus asombrados discípulos el sentido de las palabras antedichas de este modo: “Pero Jesús, volviendo a hablar, les añadió: ¡Ay, hijitos míos, cuán difícil cosa es que los que ponen su confianza en las riquezas entren en el Reino de Dios!”. En donde es de notar que no dice: ¡Cuán imposible es! sino ¡cuán difícil es! Porque lo que es imposible no se puede hacer de ningún modo, mientras que lo difícil sí, aunque cueste mucho trabajo».

San Juan Crisóstomo: «No sin motivo hizo mención del tesoro del Cielo y no de la Vida eterna, diciendo: “Que así tendrás un tesoro en el Cielo”, porque, hablando de riquezas y de la renuncia de todo, manifiesta que da a quienes ordena que renuncien a todo, tanto más, cuanto mayor es el Cielo que la tierra».

CATECISMO DE LA IGLESIA

«Maestro, ¿qué he de hacer…?»
2052: «Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?» Al joven que le hace esta pregunta, Jesús responde primero invocando la necesidad de reconocer a Dios como «el único Bueno», como el Bien por excelencia y como la fuente de todo bien. Luego Jesús le declara: «Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». Y cita a su interlocutor los preceptos que se refieren al amor del prójimo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre». Finalmente, Jesús resume estos mandamientos de una manera positiva: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 19, 16-19).

2053: A esta primera respuesta se añade una segunda: «Si quieres ser perfecto, vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme» (Mt 19, 21). Esta respuesta no anula la primera. El seguimiento de Jesucristo implica cumplir los mandamientos. La Ley no es abolida, sino que el hombre es invitado a encontrarla en la Persona de su Maestro, que es quien le da la plenitud perfecta. En los tres evangelios sinópticos la llamada de Jesús, dirigida al joven rico, de seguirle en la obediencia del discípulo, y en la observancia de los preceptos, es relacionada con el llamamiento a la pobreza y a la castidad. Los consejos evangélicos son inseparables de los mandamientos.

2054: Jesús recogió los diez mandamientos, pero manifestó la fuerza del Espíritu operante ya en su letra. Predicó la «justicia que sobrepasa la de los escribas y fariseos» (Mt 5, 20), así como la de los paganos. Desarrolló todas las exigencias de los mandamientos: «habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás… Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal» (Mt 5, 21-22).

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