La imagen puede contener: 1 persona, barba e interiorSobre todo en estos tiempos, vale la pena tomarse tiempo para leerlo.

ENCUENTRO NACIONAL REPENSANDO LA POLITICA
CONFERENCIA DE MONS. EDUARDO SCHEINIG
«La espiritualidad de la política y de los políticos»

+ Jorge Eduardo Scheinig
Tanti, Córdoba, 8 de setiembre de 2018

En junio, en la Semana Social en Mar del Plata, reflexionamos sobre los “35 años de democracia y el servicio a los pobres”. En el aire flotó como un sentimiento de deuda y hasta de fracaso. Entre los que participamos se fue cristalizando la conciencia de que no se hizo lo suficiente y otro tanto se hizo mal. Pienso que de junio a aquí, ese sentimiento común se ha profundizado, o ¿Es la política la que tiene la palabra orientadora de la vida del país? ¿O la economía y los mercados tienen la última palabra?, o ¿Tienen la política y los políticos la fuerza necesaria para incidir sobre la realidad o la tienen otras fuerzas externas e internas, que parecieran determinar realmente a las políticas y a los políticos?, o ¿Tiene la política y los políticos “la autoridad” suficiente para conducir los destinos inmediatos y mediatos de la Nación?

La doctrina Social de la Iglesia, el Papa Francisco y los obispos argentinos han dicho de diferentes formas, que la política es “una de las formas más altas de la caridad”. Por este motivo, el amor social, necesita causes creativos que provengan de la acción política y de los políticos.

“La promoción integral de cada individuo, de cada comunidad humana y de todas las personas, es el horizonte último de este bien común. Esta integridad del bien… es un fruto peculiar de esa caridad que, como pilar de la acción eclesial, está llamada a expresarse en el amor social, civil y político. Por eso, la Iglesia propuso al mundo el ideal de una “civilización del amor”».[LS 231] El amor al bien integral, inseparablemente del amor a la verdad, es la clave de un auténtico desarrollo”. (OPC 2)

Pero ¿cómo alcanzar semejante forma de realización política? ¿Cómo lograrla en estos tiempos concretos en los que la coyuntura devora toda posibilidad de levantar la mirada e ir más allá? ¿Qué debería hacer la política y qué los políticos para generar, desarrollar, promover y cuidar una Cultura del Encuentro?

Cuando me pregunté ¿qué decir?, y ¿cómo decirlo?, sentí la necesidad de proponerles que vayamos a beber a pozos de agua que de alguna manera sacien con agua fresca y buena, nuestra sed de otra cosa.

Entonces, me interesa reflexionar sobre el tema de la espiritualidad de la política y de los políticos porque considero, que si bien son tiempos para encontrar soluciones urgentes y bien concretas que nos ayuden a salir de esta situación ─que para muchos es desesperante─, necesitamos animarnos a generar fuerzas personales y comunitarias re-creativas y re-generadoras.

Pienso que “cuanto más cristiano más humano y cuanto más humano, más cristiano”. Estoy totalmente convencido que hay una auténtica secularidad (GS 36), es decir, una auténtica autonomía de lo temporal que debe ser respetada y no avasallada con discursos teológicos y/o religiosos, pero también creo que debemos avanzar hacia un humanismo que dignifique a cada persona y a toda la comunidad humana. Claro que considero impensable un humanismo sin Dios, sin apertura a lo trascendente, sin una apertura al otro, a la comunidad, sin relaciones, sin vínculos, sin una ligazón a la tierra de nuestros padres, sin Patria, sin Pueblo, sin una espiritualidad ecológica o más integral (LS 202 a 246).

Si bien encuentro en este tiempo histórico muchos rasgos positivos, corremos el riesgo de estar sembrando semillas de futuras formas de vida muy deshumanizadas, vidas desfiguradas. Considero que algunas de esas semillas ya están dando frutos, pero de muerte.

Además, supongo que una de las causas que genera procesos de deshumanización es una experiencia agravada de vacío y que los argentinos además, dimos el nombre de grieta, es decir, un enorme vacío que nos separa y enfrenta sin aparente posibilidad de reconciliación. Estamos transitando una experiencia de desierto, de superficialidad, de despojo, de un eclipse en los valores, de ausencia de vida y de sentido. Un vacío que pone en evidencia nuestra verdad existencial y profunda: somos muy pobres, muy necesitados.

Es aquí donde acudo en ayuda de “lo espiritual” en un sentido amplio. Espiritual, es una palabra que hace referencia inmediata a espíritu, que viene del latín spiritus y ésta del verbo spirare: soplar. De spirare también nos llegan las palabras: aspirar, espirar, inspirar, respirar, suspirar, transpirar, etc

Los políticos y la política necesitan a mi modo de ver, un soplo, un aire, un alma, un espíritu, una inspiración nueva, un inspirar y exhalar, un doble movimiento de recibir y de dar. Se necesita aspirar a lo nuevo y que eso nuevo nos haga transpirar, de tal modo que la persona política se entregue con audacia y valentía, sin reservas. Recibir y dar. En fin, hace falta un nuevo sentido para superar este pesado vacío tan propio de este tiempo epocal y de nuestra Argentina, tan desorientada, tan des-animada, des-alentada… sin aire, sin alma, sin mística, tan indefinida. Hay una “forma política” que debe terminar y dar paso a una nueva política que viene de la mano de nuevos y/o renovados protagonistas.

Si bien todos somos responsables de la construcción de la República, los políticos por vocación, por misión y servicio, deberían ser los más preocupados y ocupados en recuperar esa condición espiritual para sí mismos y para el pueblo.

Ahora bien, no soy ingenuo y pienso que en estos tiempos hay “un soplo”, “una sentido”, que está generando un tremendo proceso de transformación de la cultura y que viene por “un tipo de aire”, por “un espíritu” que ciertamente imprime a la vida nacional cambios de consecuencias muy serias y que creo no estamos en condiciones de dimensionar. No me parece una transformación casual, inocente o al azar. Hay una política de transformación de la cultura pero que lejos de generar más y mejor humanidad, según mi parecer, nos agrieta, nos aleja de nuestras auténticas raíces y nos proyecta hacia intereses muy alejados de un proyecto de Nación libre y soberana. Una transformación colosal que responde a intereses que están, según el pensamiento del Papa Francisco, inspirados y animados por el nuevo paradigma “tecnocrático” y/o “tecno-económico” (LS 53, 106-114). No creo que los políticos estén al margen de este colosal movimiento epocal.

La cuestión es: ¿cómo estamos frente a semejante movimiento?

Permítanme decir en éste ámbito y con total claridad y libertad de espíritu, que el Magisterio Social de nuestro Papa Francisco podría ser un aporte genuino y creativo al modelo de desarrollo que la Argentina necesita. Pero lamento enormemente que el Papa no sea escuchado directamente, sino a través de mediaciones de todo tipo que evidentemente, o parcializan, o deforman su mensaje.

El Papa Francisco insiste en que necesitamos crecer en una actitud de discernimiento, que es la actitud del que quiere ir para mejor, del que quiere ir a más y por eso, necesita permanentemente ponderar, sopesar, apreciar, pero no para vivir fuera de la realidad, aislado en una nube de fantasía, todo lo contrario, el discernimiento es para ir a la realidad y operar en ella con un sentido superador y no de manera compulsiva o improvisada y mucho menos como un títere que permite que otros lo manejen y/o dirijan. Necesitamos discernir para actuar bien, existencialmente bien, moralmente bien, socialmente bien.

Por eso deberíamos preguntarnos en una actitud de discernimiento, si los procesos de transformación que hoy se están dando en todos los niveles de nuestra vida y cultura Nacional, están orientados a alcanzar mayor dignidad de las personas, mayor desarrollo humano integral, mayor Bien Común y mayor y mejor comunidad social, o por el contrario, son procesos que nos llevan a mayor deshumanización, mayor grieta, mayor degradación, mayor pobreza humana y social.

¿En manos de quienes están estos procesos?

Entre tantas bocanadas de un aire fresco en el que podemos inspirarnos, entre tantos pozos de un agua a los que debemos ir a beber para renovarnos y para encontrar una espiritualidad de la política y de los políticos y una Cultura del Encuentro, propongo ahora tres:

  • El pueblo.
    EL gusto de sentirse pueblo.
  • Los Pobres.
    Dejarnos llenar de vida por los pobres.
  • El deseo de una vida auténtica.
    Aspirar una vida coherente. No a la corrupción.

Digo algo breve de cada una.

El pueblo.
EL gusto de sentirse pueblo.

En el primer documento pastoral del Papa Francisco, Evangelii Gaudium, la palabra pueblo aparece 164 veces. Tal vez, y con la pretexto de los populismos, uno de los peligros o trampa del neoliberalismo es silenciar no solo la palabra sino la realidad pueblo.

Todos los que tenemos vocación de servicio, debemos renovar permanentemente la consciencia de dónde venimos, de nuestras raíces, de nuestros lugares, barrios, calles y pueblos. Inspirarnos en esa condición que compartimos: estamos amalgamados en esa realidad que nos trasciende, envuelve e incluye. Somos pueblo y allí nos sentimos en casa y a gusto.

No es de extrañarse que ocupando espacios de liderazgo, vayamos distanciándonos de la realidad existencial de nuestra gente, perdiendo sensibilidad, empatía, capacidad de compresión, creciendo en interpretaciones de la realidad que muchas veces responden a teorías de escritorio que vienen de adentro, o de afuera, y no responden tanto a realidades vitales.

Es imposible entender nuestra identidad más profunda, nuestro ser y hacer, si no experimentamos la pertenencia a un pueblo. Me pasó que mi primer experiencia vital la tuve en Humahuaca, a los 19 años, sentado a los pies del monumento del Indio. Ahí, lejos de mi ciudad natal, Buenos Aires, sentí, más que pensé: esta tierra es también mía, me pertenece, y misteriosamente yo pertenezco a aquí. Los que hemos caminado a Lujan, en esa peregrinación verdaderamente popular, también experimentamos la alegría de estar en medio de esa masa humana, misteriosa y llena de vida.

Por eso, considero necesario desarrollar una cierta “con-naturalidad afectiva” con nuestro pueblo, así podremos alcanzar no sólo reflexiones, sino y fundamentalmente, acciones políticas más humanas y por lo tanto más acertadas con la realidad de las personas.

Transcribo ahora textos de Papa Francisco que es sin duda fuente de inspiración. Las tomo de su primera Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium:

No hay posibilidad de políticas que dignifiquen y generen Bien Común sino tenemos “el gusto de integrarnos a fondo en la sociedad, sino compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás. Pero no por obligación, no como un peso que nos desgasta, sino como una opción personal que nos llena de alegría y nos otorga identidad”. (EG 269)

“La dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica, pero a veces parecen sólo apéndices agregados desde fuera para completar un discurso político sin perspectivas ni programas de verdadero desarrollo integral”. (EG 203)

“Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos”. (EG 204)

“¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo! La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. Tenemos que convencernos de que la caridad «no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas» ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos. ¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes? Estoy convencido de que a partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social. (EG 205)

“La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás. Pero si uno separa la tarea por una parte y la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente buscando reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser pueblo”. (EG 273)

Los Pobres.
Dejarnos llenar de vida por los pobres.

La Iglesia viene haciendo un camino, no sin dificultades, en cuanto al significado de la opción preferencial por los pobres. Camino que costó literalmente sangre y nos sigue invitando a hacer tanto personalmente como comunitaria e institucionalmente, una verdadera y profunda conversión. Nos seguirán inspirando y acompañando santos y mártires como Óscar Romero y Enrique Angelelli.

En este camino ciertamente no agotado, fuimos pasando de: ir hacia los pobres, de hacer cosas para los pobres, a trabajar desde los pobres, a estar con los pobres y últimamente, a tratar de vivir en amistad con los pobres. Podríamos pedir perdón, porque muchas veces caemos en la tentación de usar a los pobres. El Papa ha dicho con voz profética que desea una Iglesia pobre y para los pobres, pero falta mucho.

Es evidente que necesitamos dejar atrás una actitud eminentemente asistencialista, de un protagonismo unilateral, paternalista y mesiánico, y pasar a otra actitud en la que los pobres conserven la dignidad propia de toda persona humana y sean protagonistas de su destino y del camino que desean elegir para alcanzar su pleno desarrollo. En este sentido, mucho tenemos que agradecer y aprender de los Movimientos Populares que van logrando organizar muchas veces la vida de los más vulnerados.

En todo caso, el trabajo de integración e inclusión, en el camino hacia una “ecología integral”, va dándonos más luz sobre la importancia de descubrir que todos estamos llamados a participar de la mesa de la vida y con la misma dignidad. Todos somos llamados a estar sentados a la mesa y no es posible un mundo en el que la inmensa mayoría silenciosa esté mendigando de la mesa de los ricos, mendigando lo que indudablemente les es propio. Y es mucho menos tolerable que millones de descartados o sobrantes ni siquiera estén cerca de la mesa de la vida.

Deseo ahora compartir con ustedes un aporte que viene de la lectura de los Evangelios que captan muy bien la mirada, los pensamientos y los sentimientos de Jesús. Para Él, lo pobres tienen una luz y una fuerza propia que pueden dar al mundo un sentido nuevo de la vida. Para Jesús, ellos son sal y luz.

Déjenme que sea el Papa Francisco el que vuelva a hablarnos e inspirarnos.

“De nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad”. (EG 186)

“Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga «su primera misericordia». Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener «los mismos sentimientos de Jesucristo» (Flp 2,5). Inspirada en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una «forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia». Esta opción —enseñaba Benedicto XVI— «está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza». Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos”. (EG 198)

Los pobres no participan solamente, como es común en nuestra manera de ver y pensar, del dolor de la Pasión, la Cruz y la Muerte, también ellos participan de la fuerza del Resucitado y por lo tanto podemos aprender de ellos la fuerza que le ponen a la vida, a lo cotidiano y lo hacen como resucitados, con sentido de esperanza, de solidaridad, de amor, de justicia, etc. Repito, mucho es lo que podemos aprender vitalmente de ellos, no sólo de ese movimiento diríamos hacia abajo, hacia el dolor, la cruz y el sufrimiento y la manera tan generosa de asumirlo, sino también del movimiento hacia arriba, hacia la vida, como vida luchada y entregada con generosidad, sin reservas.

Estoy convencido que no habrá una renovación de la Nación si los pobres no adquieren un nuevo protagonismo político. Debemos tener mucho cuidado, todos, de no usarlos para intereses mezquinos.

Sigue Francisco:
“Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo”. (EG 187)

“Pero queremos más todavía, nuestro sueño vuela más alto. No hablamos sólo de asegurar a todos la comida, o un «decoroso sustento», sino de que tengan «prosperidad sin exceptuar bien alguno». Esto implica educación, acceso al cuidado de la salud y especialmente trabajo, porque en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida. El salario justo permite el acceso adecuado a los demás bienes que están destinados al uso común”. (EG 192)

“La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales”. (EG 202)

“Es indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios tangibles e inmediatos: los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados, etc. Los migrantes me plantean un desafío particular por ser Pastor de una Iglesia sin fronteras que se siente madre de todos. Por ello, exhorto a los países a una generosa apertura, que en lugar de temer la destrucción de la identidad local sea capaz de crear nuevas síntesis culturales. ¡Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro!” (EG 210)

“Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas”. (EG 211)

“Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia”. (EG 212)

“Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo”. (EG 213)

«¡El dinero debe servir y no gobernar!».(EG 58)

Estamos invitados a descubrir que los pobres pueden salvarnos de caminar hacia un mundo menos humano. Porque al final, y esa es la promesa de Dios Padre, en Su banquete, tendrán un lugar privilegiado, pero ahora, que sufren la violencia de la iniquidad y la injusticia social, ellos nos dan la posibilidad de preparar y de sentarnos a la misma mesa de la vida. Con ellos podremos ir alcanzando una Cultura del Encuentro.

Siempre estamos a tiempo de convertirnos, reformarnos, ser distintos.

El deseo de una vida auténtica.
Aspirar a una vida coherente. No a la corrupción.

Pienso que la propia vida, en la medida que vamos creciendo y madurando, no sólo creciendo, sino también madurando, es decir, deseando y buscando mayor plenitud humana para sí mismo y para otros, digo, la vida misma se convierte así en fuente de inspiración para una espiritualidad política. Repito, en la medida que esa plenitud humana se busque no sólo para sí mismo, en el círculo fatal del individualismo y la autorreferencialidad, sino para otros y también, con otros.

Entiendo que esa autenticidad existencial reclama una vida coherente, es decir, que la vida se va madurando y plenificando en cosas tan simples como: decir la verdad, callarse si es preciso, pero no decir falsedades, ser honesto, no traicionar, sostener las razones y los valores, no andar de aquí para allá, negarse a delatar, ser leales a las personas pero no cómplices, vivir la justica en lo pequeño, etc.

Es un desafío fundamental para la actualidad no separar lo político de lo moral, por el contrario, soportar las enormes tensiones que vienen cuando uno mismo, muchas veces se convierte en una persona contra-cultural.

Se puede aspirar a ser un “insumiso” , es decir, alguien que no desea ser sumiso o someterse al establishment, a ese conjunto de personas e instituciones influyentes, que procuran mantener y controlar el orden establecido. Hay personas que pueden pararse del lado ─según mi manera de pensar─ correcto de la vida, que es pararse del lado de la reconciliación y no de la grieta, de la paz y no de la violencia, de la honestidad y no de la corrupción. Personas que escapan del maniqueísmo y de la confrontación violenta y del deseo de aniquilar al enemigo.

Y esto se alcanza en una práxis cotidiana de alguna manera inédita, distinta, Hace falta cierta rebeldía ética. Personas felices que renuncien a sí mismos y se entreguen al servicio con máxima generosidad y sentido oblativo de la vida.

No buscamos super-héroes, no se trata de promover un tipo de personas que no tengan conciencia de su propia fragilidad. Cuanto más entregados y generosos, más humildes.

Comparto ahora una palabra mínima pero necesaria sobre la corrupción, porque la Argentina viene sufriendo las consecuencias de una corrupción que mata.

Tomo una síntesis de un escrito del Cardenal Jorge Bergoglio que sostiene que el problema de la corrupción radica en el corazón.

“La corrupción no es un acto, sino un estado, estado personal y social, en el que uno se acostumbra a vivir. Los valores (o desvalores) de la corrupción son integrados en una verdadera cultura, con capacidad doctrinal, lenguaje propio, modo de proceder peculiar. Es una cultura de pigmeización por cuanto convoca prosélitos para abajarlos al nivel de la complicidad admitida. Esta cultura tiene un dinamismo dual: de apariencia y de realidad, de inmanencia y de trascendencia. La apariencia no es el surgir de la realidad por veracidad, sino la elaboración de esa realidad, para que se vaya imponiendo en una aceptación social lo más general posible. Es una cultura de restar: se resta realidad en pro de apariencia”.

“No siempre alguien se transforma de golpe en corrupto. Más bien es al revés. Hay un camino por el que uno se va deslizando. Y ese camino no se identifica sin más, con el camino de cometer pecados. Uno puede ser muy pecador y –sin embargo- no haber caído en la corrupción: quizá sea el caso de Zaqueo, Mateo, la Samaritana, Nicodemo, el Buen Ladrón, los cuales tenían algo en su corazón pecador que los salvó de la corrupción: la adhesión a la inmanencia, adhesión propia del corrupto, no había cristalizado aún, estaban abiertos al perdón. Sus obras nacían de un corazón pecador, eran obras malas muchas de ellas, pero –a la vez- ese corazón que las producía sentía su propia debilidad. Y por ahí podría entrar la fuerza de Dios. “Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombre” (1Cor 1,25)

Finalmente, como diría Francisco:
¡No nos dejemos robar el entusiasmo! (EG 80)
¡No nos dejemos robar la alegría! (EG 83)
¡No nos dejemos robar la esperanza! (EG 86)
¡No nos dejemos robar la comunidad! (EG 92)
¡No nos dejemos robar el Evangelio! (EG 97)
¡No nos dejemos robar el ideal del amor fraterno! (EG 101)
¡No nos dejemos robar la fuerza misionera! (EG 109)

One Thought on “REPENSANDO LA POLÍTICA

  1. Mabel on 09/09/2018 at 10:10 said:

    Muy bueno!!!! Dios siga bendiciendo al Papa Francisco a nuestro obispo auxiliar y a todos los hombres y mujeres que trabajen por el pueblo, los pobres y una vida auténtica.

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